martes, 21 de agosto de 2012

PALOMITAS DE MAÍZ

Un cine de verano al aire libre, con el fresco de la noche, unas sillas traídas de tu casa y unas palomitas de maíz. Ese sería un gran plan para una de estas noches veraniegas. Pero para hacerlo, hay que saber la historia de las palomitas de maíz. Cuando los españoles llegaron a las tierras americanas por ellos descubiertas, fueron recibidos por indios que les ofrecían, en muestra de bienvenida, collares hechos con palomitas de maíz. Y algo más tarde, en 1510, Hernán Cortés y sus hombres se asombraron en la ciudad de México de unos extraños amuletos que los sacerdotes aztecas llevaban en sus ceremonias. Aquellos amuletos estaban formados por sartas de palomitas de maíz. No debe sorprendernos, ya que, como es bien sabido, el maíz es una gramínea oriunda de aquellas tierras, y uno de los primeros vegetales en ser domesticados por el hombre, junto al trigo y la cebada. Los amerindios lo han consumido desde hace seís mil años, y conocían numerosas maneras de cocinarlo. Por ejemplo, sabían que no todos los granos de maíz estallan en la sartén, dependía de la cantidad de agua que contuvieran dentro: el maíz ha de tener un 14% de agua para que bajo los efectos del calor ésta se expanda y se evapore, provocando el estallido, convirtiéndose en esa masa blanca y esponjosa que son las flores de maíz, o palomitas. Los amerindios conocían igualmente la diferencia entre el maíz dulce, que ha de consumirse enseguida, y el maíz duro, destinado a la molienda. Sólo el maíz indio, una mezcla de ambos, servía para hacer palomitas, alimento que preparaban de tres maneras: se ensartaba una mazorca en un palo y se tostaba al fuego recogiendo del suelo los granos que estallaban. También se podía separar los granos y arrojarlos directamente al fuego: sólo los que eran comidos. Y el tercer modo de hacerlo, y el más complicado, consistía en calentar una vasija de arcilla con cierta cantidad de arena de grano gordo que al calentarse recibían los granos de maíz, no tardando éstos en estallar. En 1880 aparecieron máquinas especiales para su fabricación. Como el maíz sólo era adquirible en grandes cantidades, generalmente sin desgranar, su uso doméstico no era frecuente. A finales del siglo XIX la cadena norteamericana de tiendas, Sears, anunciaba en sus catálogos un saco de doce kilogramos de maíz indio en mazorcas por un dólar. Pero su almacenamiento terminaba por secar excesivamente el grano, con lo que se quedaban en "viejas solteronas", como se llamaba al grano sin estallar. Con la aparición en 1907 de una máquina eléctrica de hacer palomitas, se terminó el problema. Su publicidad decía: "De la infinidad de utensilios eléctricos caseros, la nueva tostadora de maíz es el más ligero de todos: los niños pueden tostar palomitas todo el día sin el menor peligro ni daño en la mesa ni el salón...". Poco después, la depresión económica americana que llevó a muchos a la miseria, potenció el consumo del humilde grano de maíz, y él maíz tostado representó una salida en los presupuestos familiares menguados. A su popularidad contribuyó también un hecho ajeno al maíz mismo: la costumbre de entretener la tensión que el cine provocaba ingiriendo los espectadores grandes cantidades de palomitas de maíz. No había cine americano que no tuviera en la antesala su vendedor de este popular alimento. Fue en el cine donde las palomitas de maíz alcanzaron sus niveles de consumo más altos, y su consagración. Tanto era así que en los comienzos del cinematógrafo se llamaba a las salas de exhibiciones pop-corn saloons, o salones de palomitas de maíz.

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