lunes, 6 de agosto de 2012
ALGO DE HISTORIA DE LA PELUQURÍA
Para desintoxicar un poco las HISTORIAS DE VERANO, hablamos estos días de historias de otras cosas, como por ejemplo LA PELUQUERÍA.
En el arte del peinado un pueblo sobresalió por encima de todos los demás, el pueblo asirio. Sus peluqueros se hicieron famosos por ser capaces de esculpir el cabello. Inventaron el rizado, el moldeado, el teñido, y se dieron cuenta, antes que nadie, de la importancia de su cuidado.
Fueron los grandes peluqueros de la Historia. Sus nobles, tanto damas como caballeros, lucieron cabelleras deslumbrantes en forma de pirámide, o en abundantes cabelleras que caían en cascadas ordenadas y relucientes, en bucles y rizos que llegaban a la espalda. Su cabello, cuidado y limpio, se perfumaba y teñía. Las barbas se recortaban de forma simétrica, comenzando en las mandíbulas y descendiendo en rizos adornados hasta el pecho. Cuando la naturaleza no lo permitía, se recurría a los postizos, ya que la barba era indicativa de una situación social de poder y preeminencia. Tan importante era lucir una barba dignificada y esculpida que incluso las mujeres de la corte, en el mundo egipcio antiguo, lucían hermosas barbas postizas de cabello natural en las ceremonias importantes.
¿De qué medios se valieron aquellos peluqueros primitivos para hacer tales primores barberiles...? De un artilugio revolucionario en su tiempo, que ellos mismos inventaron: la barra de hierro caliente, antecesor de la tenacilla. Junto a este instrumento, contaron con una colección de peines de todo tamaño y formato, de navajas, de cepillos y de espejos.
En la Antigüedad, el peinado tenía que ver con la clase social a la que se pertenecía. La norma era el cabello largo y rizado. Fue la moda que adoptaron los griegos clásicos, para distinguirse de los bárbaros, que llevaban el pelo corto. El ideal de belleza griego muestra al hombre con el cabello rizado "a lo divino". Quienes no gozaban de una cabellera rubia podían permitirse el reflejo dorado. El pelo se mostraba siempre brillante y perfumado. Así describen los autores clásicos a los dioses y a los héroes. El tono dorado se conseguía mediante el teñido con una variedad de jabones y lejías alcalinas traidas de Fenicia, centro jabonero y cosmético del mundo antiguo. Y en cuanto al teñido temporal, se conseguía espolvoreando polen amarillo sobre una mezcla de harina y polvillo de oro. El dramaturgo Menandro, del siglo IV antes de Cristo, decía que lo mejor para conservar un cabello rutilante era lavarlo, y para teñirlo él aconsejaba aplicar al cabello limpio una untura
especial y secarlo al sol durante horas.
Como hemos dicho, el peinado tenía que ver con la circunstancia social. Entre los celtas el pelo largo indicaba distinción, y el pelo corto servidumbre o castigo. En Esparta se obligaba a los jóvenes a llevarlo corto, mientras que los adultos podían llevarlo largo. Los musulmanes pusieron de moda afeitarse la cabeza como muestra de sometimiento a Dios, aunque se dejaban crecer un mechón, a modo de larga y estrecha trenza, por el que -según decían y creían ellos- el ángel del Señor pudiera asirles para llevarles al Paraiso de Alá. De ahí parece que proviene la expresión de "salvarse por los pelos".
En el año 303 antes de Cristo los griegos monopolizaron el arte y negocio de la peluquería en Roma. Su gremio fue de los primeros que se formaron en la Historia, y el más poderoso de su tiempo. Impusieron el cabello oscuro, en contra del tradicional "pelo dorado a lo divino". Lo latino empezó a tomar auge. Cónsules y senadores, matronas y damas de la vida social romana, recurrían a todo tipo de tinturas para ennegrecer su cabellera. Hubo numerosas recetas, entre las que destacaron las siguientes:"Cáscara de castaño hervida, mezclada con un cocimiento de puerros, con cuyo preparado se embadurnaba la cabeza". El naturalista e historiador del mundo antiguo, Plinio, recomendaba disimular las canas con una pasta hecha de lombrices de tierra trituradas, y cierta planta napolitana. Pero a veces, a consecuencia de extraños potingues, se caía el cabello, y era necesario disimular la calvicie con un ungüento de arándanos y grasa de oso. Y si esto fallaba..., siempre quedaba la
posibilidad de la peluca.
Dicen los historiadores de la vida cotidiana que el peine fue uno de los primeros inventos del hombre. Se peinaba el "homo sapiens" en el Neolítico, y ha llegado hasta nosotros gran variedad de peines de aquella lejana edad, y de la edad de los metales siguiente. Tras el peine..., se inventó la peluca. Porque hay pocos terrores tan antiguos como el que provocaba la calvicie.
Se sabe que hace cuatro mil años egipcios y babilonios usaban lociones y tónicos capilares. Sin embargo, los ingredientes que entraban a formar parte de ciertos procedimientos para el teñido, terminaban dejando calvo a más de uno. Entonces el único remedio era la peluca, pieza importante en todas las épocas. En las cabezas de algunas momias de Egipto se ha encontrado pelucas ceremoniales: no convenía que el difunto hiciera su viaje final con la cabeza monda.
Los griegos fueron partidarios de la peluca, y los romanos mucho más..., al considerar la calvicie una deformidad física. Resulta curiosa la anécdota que cuenta Tito Livio acerca de Aníbal, el general cartaginés, que utilizaba peluca cuando quería pasar desapercibido entre sus tropas. Y emperadores romanos calvos prematuros como Domiciano, llevaron siempre en su equipaje una colección de pelucas de uso personal. Y en la Roma del siglo II, la libertina Mesalina recorría los tugurios romanos medio oculta en una enorme peluca. Las mujeres de vida alegre recurrían a los peinados exóticos como reclamo sexual, y las pelucas tenían relación con el erotismo. Faustina, mujer del emperador Marco Aurelio, tenía gran número de ellas. Incluso las estatuas de divinidades y héroes se adornaban con estos tocados capilares. Cuando triunfó el Cristianismo, San Jerónimo escribió: "¡Lástima de mujeres cristianas, que con ayuda de cabellos ajenos construyen sobre sus cabezas edificios postizos.
Pero el postizo triunfaría también en la Edad Media: las trenzas largas de las doncellas eran fabricadas por expertos peluqueros con el pelo de la propia destinataria. Y también lo llevaron los hombres.
Durante el Renacimiento volvió a llevarse el cabello suelto: surgió la moda del "pelo visto", que asomaba por debajo de las tocas de las damas en forma de copetes ondulados. El tocado empezó a formar parte del peinado. Se usó y abusó de postizos y pelucas, y comenzó lo que los críticos de las costumbres de los siglos XVI al XVIII llamaron "las aberraciones capilares".
Con la Revolución Francesa, Europa empezó a peinarse a lo "Brutus", a semejanza del personaje histórico que acabó con César: Pelo corto. Y hacia 1830 se volvió al llamado look espartano: pelo corto y barba rasurada con patillas a los lados, para los hombres. Las mujeres adoptaron una estética rural: pelo largo recogido.
A principios del siglo XX reapareció el pelo corto con ondas lisas de bordes claros, preparando la famosa moda "a lo Pompadour", y preconizando los famosos estilos que luego se conocieron con los nombres de "peinado a lo paje", y "a lo chico". Todo estaba presidido por melenas lisas con volumen..., que hicieron necesario volver al uso del moño o del postizo para elaborar los peinados de esponja.
Con todo esto acabó un peluquero londinense en la década de los 1950: Charles Nessler, que se hizo millonario con el invento de la permanente, que tanto furor causó en América y en Europa.
De entonces a acá, todos sabemos lo que el peinado y la peluquería han dado de sí.
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