martes, 3 de julio de 2012

HISTORIA DE LOS PENDIENTES

Junto con el collar y el peine, los pendientes son los objetos más antiguos menos evolucionados todavía en uso. Se han utilizado desde el Paleolítico hasta nuestcos días con escasísimos cambios, y de manera no interrumpida. Los primeros pendientes de que se tiene noticia eran de cornalina o piedra ágata roja, y se les atribuía la virtud de curar el dolor de estómago. Así, un objeto de la decoración corporal recibía tratamiento parecido a la parafernalia utilizada para la medicina primitiva, o la magia. En la Antigüedad, el pendiente era de uso generalizado entre hombres y mujeres. Sólo dos civilizaciones importantes discreparon: los griegos, que prohibieron su uso entre varones; y los indios, que sólo permitían su utilización a los hombres. Los pendientes más antiguos conservados proceden de tumbas egipcias, y sirias. Se trata de piezas de escaso valor en lo que al metal empleado se refiere, y son simples anillos de los que penden figuritas en formas diversas, vasos, clavos, medias lunas. Sin embargo, también hubo piezas de valor, como los pendientes del faraón Ramsés II, a quien le gustaba tanto adornarse con ellos que guardaba una colección de miles de pares de complicada elaboración, y tan sofisticados que incluso el orfebre de hoy tendría dificultades en reproducirlos. Pero era una excepción. La variedad en los motivos decorativos utilizados en Egipto nunca alcanzó el grado de sofisticación al que llegaron los pendientes en la Grecia clásica. Diminutas cabecitas de mujer labradas en oro, o delicadísimas flores, frutos, pájaros, ánforas esmaltadas, un mundo preciosista y frágil miniaturizado. El uso del pendiente decayó a lo largo de la Edad Media debido a que la moda del peinado ocultaba el oído. Pero en el Renacimiento recobró una gran importancia, convirtiéndose en objetivo importante de la orfebrería, que lo realzó mediante aplicaciones de esmaltes, piedras preciosas y perlas. Ya en los siglos XVI y XVII, tanto en España como en Holanda y el resto de Occidente los talleres de orfebrería introdujeron el engaste de piedras preciosas, sobre todo de diamantes. Pero el pendiente no perdió nunca su dimensión mágica. En ciertas regiones de Europa se ha utilizado como talismán, y en otras como poderosos amuletos y medios seguros de contrarrestar conjuros y mal de ojo. Son herencia de un pasado remoto, hundido culturalmente en los recuerdos mágicos de las civilizaciones babilónicas, persas y hebreas, que atribuyeron en su tiempo, al pendiente, una fuerza especial capaz de luchar contra los hechiceros. Para que fueran efectivos era preciso grabar en ellos cierta fórmula mágica. Un dicho antiguo asegura lo siguiente: "La fascinación que cause será la fascinación que conjure", por lo que había pendientes-talismanes, o pendientes-amuletos para todo tipo de propósito. Y es que la fascinación y mal de ojo eran, en el mundo antiguo, una misma cosa.

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