martes, 3 de julio de 2012

BATUTA

Nos vamos abriendo paso en el mes de Julio siempre tan caluroso y hoy con 4 historias de objetos que sin duda siempre son tan útiles. A veces, más útiles que las personas. Dicho lo cuál, la batuta, el supermercado, los pendientes y el supermercado son las 4 historias que hoy os quiero presentar. Se cuenta del compositor Juan Bautista Lully, maestro de capilla del rey Luis XIV de Francia, que dirigiendo un concierto en palacio, en 1687, se dio un golpe en el dedo gordo del pie...al caérsele la batuta. No sorprende que el percance fuera de gravedad. Las batutas de entonces medían dos metros de largo y en vez de blandirse en el aire, como estamos acostumbrados a ver que se hace hoy, se aporreaba con ella el suelo a fin de mantener el ritmo y llevar el compás. La herida del maestro Lully era de tal consideración que terminó por gangrenarse, y murió poco después. Fue la primera víctima mortal de la batuta. Hubo otras. A Lully no le gustaba utilizar, como también se hacía en su tiempo, dos conchas a modo de castañuelas, o un rollo de papel pautado con el que algunos golpeaban el atril. De haberlo hecho hubiera vivido más tiempo. Prefirió un sistema -el arriba descrito- que a su vez era muy molesto para el público. Jean-Jacques Rousseau, filósofo francés del siglo XVIII, decía que escuchar música era tarea ingrata, ya que se oía más el bastón del director golpeando el suelo o el atril para llevar el compás, que la música misma. Para evitar este serio inconveniente, algunos directores de orquesta empezaron a dirigir con la mano, e incluso con la cabeza. Pero estos dos procedimientos movían al público a risa, ya que el director solía situarse de espalda a los músicos, y mirando al auditorio. Sin embargo, la batuta existía ya, al parecer, desde el siglo XV. Se había utilizado en la capilla papal. Era un tiempo en el que la música todavía no se dividía en compases, por lo que era necesario llevarlo mediante un control externo para evitar la desbandada rítmica. Una varita de madera servía perfectamente para orientar a los instrumentistas. Así lo confirma la pintura de la época. Hubo, sin embargo, directores que no la utilizaron. Preferían recurrir a sus trucos personales, siendo el más utilizado el de dar patadas en el suelo, o palmotear con las manos. Así aseguraban el mantenimiento del ritmo y el seguimiento del compás. Pero era un método cansado, que al cabo de algún tiempo dejaba de tener resultado por agotamiento físico del director. Además, se levantaba una enorme polvareda, y era a menudo necesario abrir puertas y ventanas para ventilar la sala de conciertos. La batuta actual la empleó por primera vez el compositor y director de orquesta alemán Carl María von Weber en la ciudad de Dresde, en un concierto allí dirigido por él el año 1817. El públicó le criticó por ello. Pero fue imitado por los grandes músicos del momento. Felix Mendelsshon se hizo un adepto de la batuta, dirigiendo con ella una tanda de conciertos en la ciudad de Leipzig, en el año 1835. El, y L. Spohr, en 1820, fueron los apóstoles de este adminículo para dirigir la orquesta: la batuta, cuyo tamaño ya oscilaba entre las quince y las treinta pulgadas. Y el compositor francés, H. Berlioz, en su libro I,e Chefd"Orchestre, publicado en 1848, la alababa enormemente. Desde finales del siglo XVIII era el primer violín quien dirigía la orquesta, colocándose junto a la concha del apuntador, de espalda a los músicos. Con anterioridad a esto, el director había ocupado el centro de la orquesta, tocando con una mano el clavicordio o el órgano, mientras con la otra dirigía a sus compañeros. Fue en 1876 cuando el director se colocó por primera vez frente a su orquesta, dando la espalda al público en los festivales wagnerianos de Bayreuth. Y a partir de entonces la batuta ha brillado en la mano del director, desafiante, vigorosa, segura, como una varita mágica de marfil contrastando con el negro del ébano de su empuñadura. Así ha venido, desde entonces, dibujando en el aire las piruetas misteriosas y arcanas de la música. Batía el aire como una espada...: de ahí su nombre.

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