jueves, 5 de julio de 2012

CORBATA

Corta en el tiempo, pero curiosa, es la historia de la corbata. Un escritor de la evolución del vestido y sus avatares, dice: "Los romanos llamaron vela focal a una forma de vela latina que pendía del palo más alto como un banderín en forma de corbata de color. De ahí derivó el foque, vela triangular que ondea sobre el bauprés. El diseño de la corbata estaba hecho; sólo faltaba aplicarlo". Por otra parte, el focale de los romanos era una especie de bufanda que los legionarios enrollaban al cuello, dejándola caer nuez abajo, en forma de corbatín. Era una prenda funcional, ya que evitaba rozaduras, pero no tardó en descubrírsele su valor ornamental o decorativo. En cualquier caso, la corbata tiene orígenes militares. En 1600 se sabe que la utilizaban las tropas suecas, y medio siglo después era prenda en el atuendo militar de uno de los regimientos de Luis XIV de Francia: el regimiento croata, de donde le vino el nombre. Era un simple pañuelo de color, liado al cuello con gracia. En castellano existe la palabra "corbata" desde el año 1704, término que provenía del italiano crovatta, porque los jinetes croatas la llevaban no sólo al cuello sino también en la punta de sus lanzas. Y ya en el siglo XVII había alcanzado un importante punto de popularidad, estableciéndose incluso una ordenanza específica en la que se advertía que debía lucirse "bien ajustada, metida bajo la chupa o retorcida y metida en un ojal de la casaca". No era mal distintivo, la corbata. En cierto burdel madrileño, o casa llana, donde se daban cita hampones y matones, llamado "el berreadero o campo de pinos", de principios del siglo XIX, existía la consigna de distinguir a sus clientes habituales mediante una corbata con las puntas colgando..., muestra de que en el Madrid de 1800 la corbata no era prenda desconocida. También en Francia se utilizaba la prenda, tanto que un italiano, Esteban Demarelli, daba en París, en 1804, cursillos de seis días a nueve francos la hora. ¿Qué enseñaba Demarelli...?, nada menos que a hacer el nudo de la corbata a una clientela numerosa y selecta. Y en 1830, tanto en Francia como en España e Italia, los miembros de ateneos literarios, colegios, clubs privados y tertulias tenían la corbata como distintivo. Se trataba de corbatas a lo oriental, en forma de media luna, o corbatas a lo Lord Byron, de enorme nudo para la barbilla; corbatas en cascada y en surtidor; corbatas a la perezosa, a la moda romántica; corbatas a la talma, e incluso a la rusa y al modo jesuita. Se escribían tratados y libros extensos acerca del arte de anudarse la corbata, complicado artificio, y se convirtió en materia de polémica la preferencia del satén almidonado que mantenía enhiestas las melenudas cabezas, a la hora de escoger un tejido ideal para su confección. Aparecían nuevas manías y supersticiones en torno a esta singular prenda del ornato personal. Llevar el nudo de la corbata torcido era signo nefasto de infidelidad conyugal, prueba inapelable de maridos engañados..., de allí la obstinación en llevarse los dedos a la nuez para asegurarse de que todo andaba bien a aquel respecto. En tiendas de Europa y Norteamérica surgían comercios especializados en la corbata. Los establecimientos Cardinal, de Nueva York, presumían de poseer la más amplia gama y surtido: sólo vendían corbatas, claro, sin importar diseño ni material, porque los tenían todos; y todas costaban lo mismo, un dólar. La corbata llegó a ser una obsesión de la moda romántica, e hizo estragos en Madrid y Barcelona, suponiendo en España su consagración. Barcelona se aficionó primero, como ciudad más parisina que Madrid. Por sus paseos deambulaban, en el siglo XIX, los elegantes con sus corbatas de grosella y pantalones lila claro. ¿Qué mágicos poderes tenía este nuevo talismán, que arremolinaba a su alrededor a los espíritus más selectos...? Y en torno a ella se suscitó el interés, y a su servicio se puso todo un mundo de accesorios para servir sus dictados: alfileres, pasadores, botones. La corbata era el centro de atención de modas menudas y selectas. Una cancioncilla de extracción popular, se expresaba así, un tanto achulada: Con bastón y chistera, hasta las tantas, ¡ay quién pudiera...! cortejar a las mozas, y usar corbata "pa" no mostrar el cuello, que es cosa basta.

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