martes, 3 de julio de 2012
EL TERMO Y SU HISTORIA
El físico escocés James Dewar, ingenió y elaboró en 1906 un dispositivo de aislamiento térmico para conservar los gases en estado líquido. Aunque él no se había apercibido de ello, acababa de inventar el termo.
El principio de su funcionamiento era sencillo: una botella de vidrio de doble pared, con un vacío intermedio para aminorar la pérdida de calor. Se utilizaba, pues, un principio ya conocido desde 1643, cuando el italiano Evangelista Torricelli estableciera la teoría del vacío. Sin embargo, hasta mucho después, 1892, no se creó el primer termo al vacío, aunque sólo fuera para uso de laboratorio.
El alemán Reinhold Burger, en 1904, vio la posibilidad de acomodar aquel artilugio a las necesidades domésticas, y como necesitaba un nombre para registrarlo convocó un concurso a aquel fin. Ganó un estudiante que propuso la palabra thermos, voz que en griego significa "caliente". Al principio, la industria de este nuevo producto conoció un desarrollo muy lento. Se requería mucho esfuerzo para fabricarlo, por lo que iba la demanda muy por delante de la oferta. Sólo se podía fabricar de ocho a diez unidades por día, y el producto tenía una impresionante lista de entrega.
Al termo le dieron fama su uso por el explorador de la Antártida, E. H. Shackleton, y por el conquistador de la cima del monte Everest, E. Hillary, quienes lo utilizaron para guardar en él muestras científicas recogidas en aquellas regiones. También se mostró de gran utilidad para almacenar vacunas, sueros, e incluso peces tropicales, ya que el termo conservaba una temperatura constante.
Su triunfo definitivo se debe, no obstante, al comerciante norteamericano W. B. Walker, Quien en 1906 visitó Berlín, quedando muy impresionado con el termo, aparato que veía por primera vez allí. Compró la licencia de importación. Lo distribuyó por los Estados Unidos, donde desde los deportistas a los cazadores o amas de casa cantaron sus bondades. Y ello a pesar de que al principio era un producto muy caro: costaba siete dólares y medio el termo de un litro de capacidad.
Su aceptación fue general. Sobre todo después de que el Presidente de aquel país, William Taft, lo utilizara, y de que lo incluyeran en su vuelo transatlántico los célebres aviadores Orville y Willbur Wright. El termo era fotografiado en manos de personajes famosos de la época, como el conde Ferdinand von Zeppelin, el de los dirigibles, o de Robert Peary, conquistador del Polo Norte. Todos querían tener un termo. Se había convertido en un cálido objeto de deseo.
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