miércoles, 25 de julio de 2012
HISTORIA DE LAS MEDIAS
El poeta griego Hesiodo, del siglo VIII antes de Cristo, menciona las medias al igual que a sus hermanos menores, los calcetines. Era una prenda de uso masculino Y en el Egipto faraónico del año 1500 antes de Cristo, las medias o calzas hechas de ganchillo, eran usuales en el entorno del faraón.
Medias, calzas, bragas y calzado tienen una historia íntimamente ligada, que a menudo se entrecruza. Se sabe que calzas y calzado fueron parte de la misma prenda, el calceus latino, especie de borceguí que cubría pie y pierna hasta la pantorrilla, y que fue evolucionando pierna arriba hasta convertirse en prenda protectora de toda la zona que quedaba al sur del bajo vientre. Claro que también existían ya los calcetines hechos por los sastres romanos en el siglo II, para utilizar debajo de las botas a fin de evitar las rozaduras. De hecho, estos calcetines podían ser tan largos como las medias: vestir esta prenda sin las botas se consideraba propio de hombres afeminados. De esta reputación se aprovecharon los homosexuales romanos, que gustaban de pasearse con calzas hasta la ingle, siendo ellos, antes que las mujeres, quienes primero vistieron esa prenda en el mundo mediterráneo. Las mujeres, por su parte, no comenzaron a utili zarlas hasta el siglo VII, y eran usuales en
Inglaterra hacia el siglo XIII. Un par d siglos antes, Guillermo el Conquistador, rey de Inglaterra, regaló a su esposa unas cal zas hasta la ingle, a modo de leotardos de colores de precio elevadísimo, que revelaba todo el contorno de la figura, y que la Iglesia se apresuró a condenar. De hecho se conserva un manuscrito inglés del año 1306 donde una dama, en su tocador, es ayudada por su doncella, quien le entrega un par de medias. Y en cuanto a las calzas, son escasas las referencias en conexión con la mujer, ya que éstas nunca enseñaban las piernas. Tanto era así que un embajador español llegó a retar en duelo a cierto caballero de la Corte inglesa que osó regalarle un par de medias para la reina de España. El embajador exclamó, airado: "Señor, retirad esa prenda de mi vista; la reina de España no tiene piernas". Sin embargo, en la Inglaterra de Isabel I las medias-calzas encontraron buena acogida; aquella soberana las utilizó a partir del año 1561.
La calza siempre estuvo rodeada de cierta condición de prenda inmoral. Esa particularidad hizo que se convirtiera en bandera de rebeldía entre la juventud levantisca del siglo XIV en Venecia, donde se fundó la Compagna della Calza, una especie de fraternidad cuyos miembros vestían unas calzas de distintos colores para cada pierna como distintivo de su pertenencia a aquella sociedad semi-secreta, acompañándola de chaqueta corta y sombrero de plumas; toda Italia se contagió de aquella atrevida moda.
De estos calcetines largos, casi medias, nacerían las calzas castellanas, separándose del zapato. Y en la Edad Media, la combinación de polainas y calzones o bragas originaron lo que hoy venimos en llamar pantys, anteriores, históricamente, a las medias. Las medias son en realidad el resultado de la división del panty en dos piezas: bragas y medias. En el siglo XII, las medias eran ya una prenda de punto que cubría pie y pierna, y que podía ir algo más arriba: Subid, subid, medias calzas hasta ya no aparecer...
En el siglo XVI, el romance anónimo de Don Bueso y doña Nutla, que los niños cantaban en tiempos de Cervantes, decía: No me pesa, no me pesa, de haberme rompido el cuerpo, mas pésame por las calzas que por detrás se han abierto. Riéndose están las damas de ver corrido a Don Bueso, y que donde nunca pudo daba el sol de medio a medio.
Se habla de unas calzas que incluían calzón: las calzas atacadas, que se ataban a la cintura a modo de pantys moderno. Era el vestido más habitual para los hombres del siglo XVI. Para disimular la delgadez de las piernas, cuando ése era el caso, se rellenaban, las calzas, con forros de trapos: eran las calzas pedorreras. Un curioso observador de la sociedad española del siglo XVII, cuenta que a cierta persona se le enganchó la calza en un clavo de la silla, y como ésta iba llena de serrín, según caminaba se le fueron vaciando poco a poco por el agujero hecho, con lo que provocó no poca risa, comentando uno de los presentes, haciendo alusión a que había salido más flaco de lo que había entrado, debido al relleno perdido: "Entró su merced pavón, y va a salir gallina". Qué populares fueron las calzas en el Siglo de Oro; Las hubo de todas las clases y estilos: calzas de aguja, de seda, de lienzo, de gamuza; sobrecalzas y polainas, o medias calzas que se ajustan..., o sólo
medias. De hecho, a las medias calzas se les llamó "medias" por abreviar. Eran las calzas que subían hasta poco más de la rodilla. Estas medias se ataban a la pierna con ligas, y solían ser de paño o estameña.
Las ligas, que los italianos introdujeron en España a lo largo del siglo XVI, y que llamaban "liga-gambas", se conocían en Castilla con el nombre de atapiernas, y el pueblo se refería a ellas con una sola palabra: ligas. Había ligas de todo tipo y precio. Felipe II era muy aficionado a ellas, y usaba las de punto de aguja que le regalaba cierto noble toledano. Pero antes de ponerse de moda las ligas, lo que estaba de moda eran las polainas.
Las medias, apoyadas por la misma monarquía como prenda de uso mascu lino, hicieron furor en tiempos de Lope de Vega y de Cervantes. Medias de punto de seda, de color verde para los hidalgos, y negras para los pobres.
El concepto de "medias" cambió drásticamente con la irrupción de un sistema mecánico para tejerlas, hacia 1589. Se abarató el producto con la calcetera mecánica. Aquella máquina de hacer ganchillo, o de tricotar, que revolucionó el mercado de tejido, y que reinó durante cerca de trescientos años.
Pero la media seguía siendo tosca. Su consagración como prenda definitivamente femenina tardaría en llegar. Pero llegó con la invención de la fibra sintética. El antes tosco tejido se tornó de la noche a la mañana en una tenue gasa, casi de humo. Las medias se convirtieron en un elemento de figuración, de ensueño. Siempre parecía poca su levedad, su transparencia, su sutileza. Parecía que se quisiera llegar a lo invisible, a lo impalpable. Una modista de los años 1930, dice: "Costó miles de años cubrir las piernas, y sólo unas cuantas semanas... descubrirlas". Se refería a que por fin era posible apreciar la belleza de esa parte de la anatomía de la mujer. La mujer quería ahora enseñar sus piernas. No quería llevar otra cosa que a sí misma. Eran las medias color carne a que se refería la copla castiza: Con una buena media y un buen zapato, hace una madrileña pecar a un santo.
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