miércoles, 25 de julio de 2012
HISTORIA DE LA CREMALLERA
En agosto de 1893, un mecánico de Chicago se dirigió a la oficina de patentes de su ciudad y registró como invento propio lo que él llamó "cierre con grapas". Era la primera vez en la historia que un artilugio de aquella naturaleza se convertía en realidad. El señor Whitecomb Judson, su inventor, no era nuevo en el mundo del invento. Contaba con otras patentes en su haber, como unos frenos de ferrocarril, ciertas mejoras en motores, etc. Sin embargo, la cremallera, curioso sistema de cierre de cadeneta rápida, basado en el cruce de pequeños dientes, fue su más útil ocurrencia.
Judson se asoció en 1905 con el abogado Lewis Walter, y entre ambos crearon la firma comercial. Montaron una cadena de producción. Sin embargo, el estado de la tecnología del momento no permitía perfeccionar el producto, por lo que hubo que esperar hasta 1912. Aquel año, las modificaciones introducidas por el sueco Gideon Sundback hicieron de la cremallera un producto aceptable.
Uno de los primeros usos de la cremallera tuvo que ver con la industria, y se lo dio el fabricante B.F. Goodrich, dueño de una serie de fábricas de calzado. Goodrich equipó con cremalleras sus excelentes botines de agua o de nieve. De hecho, éste era el uso ideal de la cremallera, según su inventor, quien llamó a Goodrich y le dijo: "Señor, mi cremallera se registró con ese fin: como abrochador de corredera, capaz de reemplazar al abotonador hasta hoy usado en las botas altas".
Pero el invento de Judson, tal como él mismo lo mostró en la Exposición Mundial de Chicago de 1893, era un artilugio de aspecto tosco: un dispositivo formado por una secuencia de cierres en línea, a base de gancho y ojete, muy parecido a cierto instrumento de tortura. No llamó la atención. Pero no cejó Judson, su inventor, hasta introducirlo en el mercado, y la Compañía Universal Fastener, fundada por él y su amigo el abogado Walter empezó a recibir pedidos. El primer cliente fue el servicio de correos, quien incorporó el cierre de cremallera a veinte de sus sacas, pero con tan mala fortuna que las cremalleras empezaron a fallar, se enganchaban con demasiada frecuencia. Judson no se desanimó por ello, y siguió introduciendo mejoras. Sin embargo, como hemos apuntado antes, sería el sueco Sundback quien sustituyera los ganchos y ojetes por otro sistema, un dispositivo más pequeño y ligero que no fallaba casi nunca, y que podía ser utilizado en los tejidos sin rasgar la tela.
Esta cremallera triunfó. Su éxito vino mediante un pedido especial que hizo el ejército de los Estados Unidos para su uso en equipos y ropas para los soldados durante la Primera Guerra Mundial. Fue su primera prueba, aunque también en la vida civil mostró la cremallera su tremenda utilidad. Primero en cierres para botas, cinturones y bolsas de tabaco.
En 1920 se incorporó a la ropa civil. Las primeras cremalleras, aunque funcionaban de manera aceptable, tenían un inconveniente: se oxidaban, y era por ello preciso descoserlas de la prenda a la que estaban incorporadas cada vez que se lavaba; luego se volvía a coser..., y así durante la vida del vestido en cuestión. Además, al principio la gente no conocía bien su funcionamiento, y aunque se vendían acompañadas de unas instrucciones de uso, no faltaban los pequeños accidentes.
Pero todo se olvidó. A finales de los felices veinte, la cremallera se convirtió en un elemento importante en el mundo de la moda; así, cuando en 1935 la famosa modista Elsa Schiaparelli presentó en su desfile vestidos con cremallera de diferentes colores, en su colección de primavera, el periódico The New York Times la describió como "una nueva moda pletórica de cremalleras". De hecho, era la primera vez que la cremallera conocía un empleo tan sofisticado, siendo utilizada como elemento no sólo funcional sino también decorativo. Poco a poco, y a pesar de los pesimistas presagios iniciales, la cremallera encontró su camino, un camino que cada vez se iba ensanchando más, ya que se ampliaba al mundo de los cierres de estuches de lápices, de bolsos y carteras, y hasta de los complicados trajes espaciales.
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