Seguimos muy gastronómicos hoy.
Curioso origen el de la palabra "galleta". No empezó a utilizarse en castellano hasta mediados del siglo XVIll. El vocablo es de procedencia francesa, lengua que a su vez lo tomó de un término antiguo: galet que equivalía a "guijarro" o canto rodado, por la forma chata de la galleta, parecida a la de las chinas de río.
Más antiguo que la palabra es el producto mismo. Se sabe que los romanos hacían galletas hacia el año 300 antes de Cristo. Se trataba de simples obleas planas delgadas, generalmente de forma cuadrada, muy duras, que se cocían dos veces, por lo que se llamaron en latín bis coctum, es decir: dos veces cocido, de donde proviene nuestro vocablo "bizcocho".
Las galletas de la Antigüedad eran enormemente duras, por lo que más que una golosina eran un medio de conservar el pan por un más largo periodo de tiempo. Solían mojarse en vino, con el fin de ablandarlas.
Las galletas fueron muy populares en el mundo antiguo. Servían para el viaje y como matalotaje para los marineros. También los legionarios las llevaban en sus alforjas, junto con la conserva de pescado salado o carne cecina. Desde luego, a nadie se le hubiera ocurrido entonces endulzarlas con azúcar. Esto ocurriría pasada la Edad Media, aunque sin obtener en aquel primer momento un gran favor del público, que veían en ello una comida propia de marinos o el rancho de los soldados.
Fue hace sólo cien años cuando comenzó la moderna industria de las galletas En la Navidad del año 1902, miles de niños norteamericanos se despertaron con una nueva sorpresa al pie de sus árboles navideños: era la golosina del momento, unas galletas en forma de animales distintos, como el bisonte, el elefante, el camello, el oso o el gorila, entre otros. Es cierto que la galleta había nacido una década antes, en Inglaterra, pero sin el éxito y resonancia que obtuvieron en los Estados Unidos aquel año de 1902. Causaron furor. La firma Nabisco las presentó en forma de dieciocho animales. En la caja, diseñada por una de las más importantes empresas publicitarias de la época, se reproducía una jaula con asa que la hacía atractivamente utilizable por los niños cuando ya las galletas habían volado. Eran los tiempos en los que el famoso circo de P. T. Barnum hacía estragos de popularidad, hecho que contribuyó al triunfo de las galletas de animales. Los fabricantes de los dough nuts,
única golosina que se vendía de manera masiva desde mediados del siglo pasado en Norteamérica y Europa, se alarmaron; de hecho vieron descender sus ventas, ante la aparición de las galletas. Era para preocuparse. Un descendiente de Hanson Gregory, inventor nada menos que del agujero de la parte central de los dough nuts, profetizó por aquel entonces: "Los días del bollo de aceite, y de nuestro querido donut, están contados: las galletas terminarán por devorarlos, no en vano han adoptado en nuestros días la forma y agresividad de todos los animales del circo del señor Barnum...".
Pero se equivocó. En el mercado había sitio para ambos productos, como la experiencia se encargó de demostrar muy pronto.
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