martes, 28 de febrero de 2012

CARTA DE HITLER

La carta de Hitler que cambió la historia
Valeria Perasso

BBC Mundo, Los Ángeles


Última actualización: Miércoles, 19 de octubre de 2011
Los historiadores consideran que es uno de los documentos clave para
explicar la historia del siglo XX.
Diez meses después del final de la primera Guerra Mundial, un veterano
alemán que había participado en la contienda escribió cuatro carillas
en las que daba fundamentos para tratar “la cuestión judía” desde un
punto de vista racional. Tenía 30 años y la firmó de puño y letra en
tinta negra, con su letra redondeada: “Respetuosamente, Adolf Hitler”.

El documento, escrito a máquina, está fechado en 1919 y constituye el
primer registro histórico de las teorías que luego pondría en
práctica, como políticas de estado, el líder del Tercer Reich.

Fue originalmente una respuesta a un colega en el comando militar,
Adolf Geimlich, lo que le ha dado su nombre: la Carta Geimlich.
Hallada casi 70 años después de haber sido escrita, ahora por primera
vez se muestra al público en el Museo de la Tolerancia de la ciudad de
Los Ángeles.

Los historiadores considera que es uno de los documentos clave para
explicar la historia del siglo XX, que revela el espíritu del líder
del nazismo de manera más acabada que su libro fundacional, “Mi
lucha”, publicado seis años más tarde.

BBC Mundo le cuenta la historia detrás de estas cuatro páginas
amarillentas: ¿qué dice y qué sugiere? ¿Cómo se comprobó su veracidad?
¿Y cuál es el valor documental que podría hacer revisar las teorías de
algunos historiadores sobre el pasado reciente?

Las palabras de Hitler

Un ideario brutal La máquina de escribir Hallazgo de un soldado Hitler
redactó la carta para Adolf Geimlich, un miembro del
Aufklärungskommando, la oficina de inteligencia militar de Munich,
como un intento de respuesta a una cuestión urgente: ¿cuál era la
situación de los judíos en Alemania después de la derrota en la Gran
Guerra y qué posición al respecto tomaban las fuerzas armadas?

Hitler se sentó en una máquina de escribir del ejército y redactó una
suerte de ensayo de cuatro páginas, que fue recibido con beneplácito
por sus superiores en el departamento de propaganda.

“Es su primer escrito político contando cuáles eran sus planes para
los judíos. Es difícil que exista un documento más relevante para
comprender la segunda Guerra Mundial: expone cuáles fueron las razones
para llevar adelante esa guerra desde la cabeza misma de quien la
impulsó, Adolf Hitler”, señaló a BBC Mundo Marvin Hier, decano del
Centro Simon Wiesenthal, que adquirió la carta por US$150.000 y la ha
puesto a la vista en el museo angelino.

Allí, el líder nacionalsocialista establece que “el antisemitismo es
fácilmente caracterizado como un fenómeno emocional. Pero esto es
incorrecto. El antisemitismo como un movimiento político no puede y no
debe ser definido por impulsos emocionales sino por el reconocimiento
de hechos”.

Esos hechos, dice, son postulados irrefutables, como que “el judaísmo
es absolutamente una raza y no una asociación religiosa” o que los
judíos responden al estereotipo de “acumuladores de riqueza” como un
paso hacia la conquista del mundo a través del dinero.

“Todo hombre va detrás de un objetivo mayor, sea la religión, el
socialismo, la democracia. Para los judíos éstos son sólo un medio
para un fin, la manera de satisfacer su deseo por el oro y la
dominación”, expresó quien sería luego la cabeza del brutal Tercer
Reich.

Y agregó después: “el antisemitismo que se alimenta de razones
puramente emocionales siempre encontrará su expresión en la forma de
pogroms (ataques violentos contra judíos). Pero el antisemitismo
basado en la razón debe llevar al combate y a la suspensión
sistemática de los privilegios de los judíos… Su objetivo final, sin
embargo, debe ser la eliminación sin compromisos de los judíos como
tal”.
Según los historiadores, la carta deja entrever que, detrás del
“antisemitismo de la razón”, se incita a poner en marcha un plan a
gran escala que exige la participación de un gobierno.

“En su escrito, Hitler esboza un ideario que exige un gobierno
implacable que tenga el coraje de eliminarlos por completo. Lo que
queda claro es que, ya desde muy joven y todavía siendo un desconocido
en la política alemana, tiene la idea de que esa lucha no puede
hacerse con pandillas o con actos esporádicos, sino con una
organización de gobierno detrás”, señala a BBC Mundo el rabino Marvin
Hier.

Esas ideas fueron las que guiarían, 22 años después, su gestión al
frente del Reich y la Segunda Guerra Mundial, en la que unas 50.000
personas perdieron la vida y un tercio de la población judía del mundo
fue exterminada.

El valor de la carta, según coinciden distintos historiadores, está en
que demuestra que la génesis del pensamiento antisemita, tal como lo
aplicó el régimen nacionalsocialista entre 1933 y 1945, provino de la
cabeza de Hitler.

“En (los juicios de) Núremberg, no hubo ninguna evidencia con la firma
de Hitler, nada que permitiera una posible atribución directa a su
persona de todo lo que ocurrió en el Holocausto. Así que los
historiadores han debatido por largo tiempo quién dio las órdenes para
eso”, indica el rabino.

Hasta la aparición de esta carta, el consenso era que se había tratado
de órdenes orales a los altos funcionarios de su régimen o bien de
documentos escritos que habían sido destruidos por los nazis tras la
guerra.

Sin embargo, los expertos señalan que de la Carta Geimlich no puede
inferirse la estrategia que tomaría el gobierno para llevar a la
acción la erradicación de los judíos.

La palabra alemana utilizada por Hitler es Entfernung, que puede
traducirse como distancia o retiro, lo que en contexto podría aludir a
una segregación o a una expulsión del territorio alemán, más que a una
matanza de la magnitud que adquirió después.
La Carta Geimlich comenzó a circular en 1988, casi 70 años después de
la fecha registrada por Hitler en el papel.

Por entonces, una empresa que comerciaba documentos históricos en
California se acercó al Centro Simon Wiesenthal, pensando que podría
interesarle tener la carta en sus archivos.

Pero los expertos de esta asociación por los derechos humanos de los
judíos, basada en Los Ángeles desde 1977, la rechazaron de plano. Les
resultaba extraño que el entonces joven Hitler hubiera tenido acceso a
una máquina de escribir.

“Era un don nadie y para tener una máquina de escribir en esos días
había que ser rico”, señaló a BBC Mundo el decano Marvin Hier, quien
recordó además que la falsificación de documentos del nazismo era
moneda corriente por esos años.

Cuando la fundación la descartó, la carta fue a parar a manos de un
coleccionista privado, que desembolsó por ella US$270.000.

Tras la crisis financiera desatada en 2008, el particular se vio
obligado a venderla para cubrir deudas y contactó al mismo dealer. Le
ofrecieron poco más de la mitad de lo que había pagado dos décadas
antes para ponerla de nuevo en el mercado.

Con el documento en mano, el comerciante volvió al Centro Wiesenthal.
Entre tanto, con la ayuda de académicos de todo el mundo, Hier había
recabado información que le permitía asumir que la carta era
auténtica.

“Siempre supimos que la firma era la de Hitler, pero para 2008 ya
sabíamos que tenía acceso a una máquina. Hicimos una investigación
sobre las máquinas de escribir que existían, que eran pocas, y sobre
quiénes eran sus dueños. Y descubrimos que eran de uso frecuente en el
ejército alemán, especialmente en el departamento de propaganda donde
Hitler trabajaba”, detalló el rabino.
Pero, ¿cómo fue que apareció este documento, más de cuatro décadas
después de la derrota del nazismo?

Según los registros, la Carta Geimlich fue hallada en 1945 por un
efectivo del ejército estadounidense enviado a Europa. En los últimos
días del régimen, en las afuera de Núremberg, el soldado Arthur
Ziegler se encontró con un archivo de documentos y objetos militares:
mientras sus compañeros se llevaban medallas y gorras, él eligió
documentos almacenados en cajas.

“Él ya no vive como para confirmar si buscaba o no papeles que
tuvieran la firma de Hitler, no podemos saber cómo eligió qué sacar.
Pero sí sabemos que se llevó una pila de documentos, los transportó
consigo a su casa en Estados Unidos y los olvidó en un closet por
años”, relató Marvin Hier a BBC Mundo.

A mediados de los ’80 –según suponen los especialistas-, algún
familiar debe haberle sugerido que llevara la carta a un coleccionista
de documentos. La vendió a una empresa del estado de Nebraska, que
luego la volvió a comercializar y llegó a manos de Profiles in
History, una de las principales compañías del rubro en Estados Unidos.

Ellos fueron quienes la ofrecieron reiteradamente al Centro
Wiesenthal, según afirmó el rabino Hier.

En 1990, el experto en caligrafía Charles Hamilton verificó la
autenticidad de la firma y, desde entonces, expertos alemanes,
británicos y estadounidenses han revisado los papeles manchados por el
tiempo para concluir que es ciertamente un documento original de 1919,
escrito y rubricado por Adolf Hitler.

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