jueves, 7 de junio de 2012

TENEDOR

En las excavaciones arqueológicas de Çatal-Hüyük, en la Turquía asiática, se encontró un utensilio en forma de tenedor cuya antigüedad es superior a los cuatro mil años. Pero no existe acuerdo al respecto de su uso como tal. De hecho, estos antecedentes son los únicos que tenemos de tan útil artilugio... hasta entrado el siglo XIV En el mundo grecolatino, tanto patricios como plebeyos comían con los dedos. Sin embargo, ya había alguna diferencia entre esas clases sociales: mientras el plebeyo se llevaba la comida a la boca con los cinco dedos, el patricio, más refinado, lo hacía utilizando sólo tres, y las personas de buena crianza tenían prohibido mancharse el dedo meñique y el anular, comiendo con la ayuda de los dedos corazón, pulgar e índice. La Edad Media fue el momento histórico de la aparición del tenedor como utensilio empleado en la mesa. Los primeros sobre los que existe seguridad al respecto de este uso datan del siglo XI, y aparecieron en la región central de la Península Itálica, Toscana. Su empleo desató al principio una gran polémica, tanto que tuvo que intervenir la Iglesia. Se aseguraba que sólo los dedos debían utilizarse para llevar a la boca la comida que Dios nos envía. Sin embargo, los tenedores proliferaron, encargados por las ricas familias italianas, que exhibían sus tenedores de oro y plata como la más exquisita de las novedades. Aquellos tenedores sólo tenían dos púas. Fue precisamente uno de estos tenedores el que se introdujo en Inglaterra, llevado por el arzobispo de Canterbury, Tomás Becket, en la segunda mitad del XII, durante el reinado de Enrique II Plantagenet. La nobleza lo recibió con entusiasmo, pero no como pieza de uso en la mesa, sino como arma que llegaron a utilizar en sus duelos. A lo largo de aquel siglo, el tenedor se mantuvo como novedad, signo de distinción y de buen gusto. Un historiador de la época relata una cena en la que un noble veneciano levantó las iras de parte de sus invitados por haber utilizado un tenedor de diseño propio; como la esposa del noble en cuestión muriera al poco de aquel banquete, todos achacaron la desgracia al atrevimiento del marido usando en la mesa tan irregular artilugio como todavía era el tenedor. En un inventario del rey inglés Eduardo I, de 1307, se enumeran siete tenedores, uno de ellos de oro, junto a miles de cuchillos y cientos de cucharas. Y en 1380, entre los bienes del rey de Francia, Carlos V el Sabio, se da cuenta de doce tenedores, algunos con incrustaciones de pedrería, lo que deja ver que, como había sucedido con la cuchara y el cuchillo, también el tenedor tendía a convertirse en pretexto para elaborar a partir de él una pequeña obra de arte. Pero el tenedor seguía siendo objeto de curiosidad, más que de uso real. En España, ya en el siglo XVII, Felipe III fue un gran valedor de este elemento de la cubertería. En la Corte se le denominaba con los términos de horquilla, bidente, tridente y cuadrigilo, según su número de púas. Hasta entonces, incluso en Italia, el tenedor había tenido muy limitado uso. La gente comía como Dios le daba a entender, es decir, con los dedos. Se pinchaba la carne con un par de cuchillos, se recogía luego con una cuchara, o se recurria a la costumbre romana de los tres dedos. Entre los hombres, estaba mal visto, ya que todavía en el siglo XVII tenía cierta reputación de ser cosa afeminada. Hasta el siglo XVIII no se puso enteramente de moda. Después de la Revolución francesa, comer con los dedos era ya considerado, en toda Europa, una grosería no permisible en la mesa. En España, durante el siglo XIV, los maestros trinchadores se valían de dos tipos de tenedores: la broca, de dos púas, y la broca de tres. En la obra que el Marqués de Villena escribe en 1423, Arte cisoria, el curioso personaje que fue su autor, con fama de alquimista y brujo, dibujó un tenedor, entre otros objetos de su tiempo, siendo seguramente la más antigua muestra gráfica que existe de este útil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario