domingo, 17 de junio de 2012
GUANTES
Aonque sea el primer post que veas, es el último publicado por hoy. Lo hacemos con la historia de los guantes esos magníficos inventos que nos sirven tanto para trabajar como para resguardarnos del frío. He aquí su historia.
Cuenta Homero, en su Odisea, que cuando Ulises llegó a casa de su padre, tras su accidentada peripecia y aventura, lo encontró en el jardín arrancando las malas hierbas. Para no lastimarse sus manos las protegía con unos guantes. Con el mismo fin, el de evitar pinchazos de zarzas y espinos, la diosa Venus encargó a las Gracias le proporcionasen "ciertos estuches para sus delicados dedos".
El guante es una de las prendas, funcionales u ornamentales, más antiguas del atuendo humano. Los ejemplares más tempranos, conocidos, proceden del Egipto faraónico, unos guantes de niño encontrados entre los tesoros de la tumba de Tutankamon. Son unos finos guantes de lino.
Como parte del equipo militar de los soldados asirios se utilizaba el guante. Los soldados de Ciro el Grande iban a la guerra pertrechados de guantes, unos guantes muy especiales, que sólo cubrían la punta de los dedos, probablemente para asegurar el tino de los arqueros. El guante tuvo asimismo un uso señalado en el ceremonial religioso de todas las religiones. Se trataba de unos guantes ricamente elaborados con materiales suntuarios, recargados de oro y pedrería, tradición litúrgica que heredó el Cristianismo, llegando a ser los guantes prenda indispensable, junto al anillo, de la dignidad episcopal. También participaron del ceremonial y dignidad caballeresca, en plena Edad Media. El guante era signo externo de nobleza.
Pero no sólo perteneció, esta prenda del atuendo militar, civil y religioso, a los pueblos más cultos de Europa. Hasta el siglo X, también los vikingos, en estado de semibarbarie, llevaron guantes, aunque con los dedos descubiertos. Se trataba de prendas confeccionadas con piel de ciervo, y se sirvieron de ellas también los halconeros, para defenderse de sus garras.
Durante la Edad Media los guantes formaron parte, casi exclusivamente, del atuendo masculino caballeresco. Hasta el siglo XV sólo los hombres de la nobleza o del mundo caballeresco los usaban como símbolo de pertenencia a una clase y status social. Las mujeres muy raramente los utilizaron, aunque hay una excepción: las damas venecianas. Fue ya en el siglo XVI cuando se convirtió en prenda de uso femenino por iniciativa de Catalina de Médici, reina de Francia, y de la soberana inglesa Isabel I, quien no aparecía en acto público alguno con las manos desnudas, gusto que curiosamente comparte su homónima y también reina inglesa Isabel II, en nuestros días.
En la corte de Luis XIV las damas pusieron de moda ciertos guantes largos que dejaban al descubierto las puntas de los dedos: los mitones; se decía que las yemas de los dedos debían quedar al descubierto, ya que con ellas aquellas sensuales damiselas eran capaces de proporcionar y proporcionarse exquisitos placeres. Y en la corte española de Felipe III, los guantes gozaron de estima y aprecio entre las damas, una de las cuales se siente muy contenta con ellos, diciendo que los suyos "son tan finos que los llevo en una cáscara de nuez". Para que no se estropearan, claro, debido a lo delicado del material empleado para su elaboración.
En cuanto a los materiales empleados, hubo guantes de muy diversa procedencia. Los más utilizados fueron la seda y la piel, en particular la de cabritillo, aunque también eran estimados los de piel de ciervo, camello, gato y zorro. Algunos ejemplares llegaron a tener incluso botonadura de oro y de perlas, ya que en la confección del guante suntuario no se reparaba en gastos.
En el siglo XVII, tal vez el siglo de oro de los guantes, hubo tres centros importantes que se complementaban. Se decía que el guante perfecto, el guante ideal, era aquel cuya piel se trabajó en España, se cortó en Francia y se cosió en Inglaterra. Pero los dos centros de fabricación más importantes estuvieron en Roma y París. Los guantes más flexibles del mundo seguían siendo los españoles. Eran piezas buscadas, ya que en el siglo XVII el guante se convirtió en símbolo de elegancia, que heredó luego el siglo XVIII. El famoso dandy inglés, rey de la moda en su tiempo, el bello George Brummel, tenía al guante en tal aprecio que fundó el "Club del Guante", escuela de modales y comportamiento social, explicando cómo utilizar la prenda en cuestión. En el siglo XVIII era una descortesía presentarse con los guantes puestos, ya que estrechar la mano sin desnudarla era un despropósito en la conducta social de buen tono.
En 1884, el sastre suizo Javier Jouvin inventó un procedimiento para hacerlos a medida, con lo que su uso experimentó cierto auge. Sin embargo, su universalización y abaratamiento vino a partir de 1914, en que se empezó a utilizar en su elaboración la fibra artificial, y el algodón. Ya no se veía a nadie con las manos desnudas. Tanto era así que la famosa bailarina Mata-Hari, pidió para la trágica ocasión de su fusilamiento un par de guantes blancos, nuevos. No quería morir con las manos al descubierto.
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