jueves, 1 de abril de 2010
EL COSTALERO CIEGO
En estos días de tanta devoción, procesiones y torrijas, nuevamente nos sorprende el mundo de la discapacidad al ver com personas con alguna carencia (incluida la visual) no impide para hacer nada. Lo único que podemos hacer las cosas pero más despacio. y sinó conozcan a Jesúsa Muñóz un costalero ciego de Sevilla.
Quiero detallar aquí una experiencia irrepetible. Mi amigo Jesús Muñoz, más conocido entre su gente como 'Churrete', me abrió las puertas de su casa, su familia, sus amigos y su semana santa. 'Churrete' es costalero de la hermandad granadina de 'los favores'. Lleva el paso de misterio en varios de sus relevos y me quedé impresionado con la imagen de Cristo... y con Antonio Calleja.
Posiblemente Antonio es el costalero más famoso de Granada, pero no porque él quiera. Al mes de casarse tuvo un accidente de coche que le dejó totalmente ciego. Ahora Antonio tiene los ojos hundidos y el rostro completamente deformado. Varias líneas horizontales parten su cabeza en varios trozos, como si recordaran constantemente a quien le ve, a sus amigos, a su guapa mujer, a los cofrades, cuál es la cruz de Antonio. Pero Antonio sólo piensa en una cruz: la que va a llevar dentro de unos minutos.
'Churrete' va a buscarle, habla con él, le sonríe, y él también sonríe... quizá porque perciba la sonrisa más allá de sus ojos. Le ponen el costal, esa especie de turbante cristiano que cubre la parte trasera del cuello y la primera vértebra, esa vértebra clave para cualquier costalero que no se quiera partir la espalda cuando lleva un paso con la espalda y con el cuello, con trabajaderas horizontales, sin ayuda de los hombros, erguido, a costal.
Antonio se queda con la camiseta de manga corta al descubierto, su mujer insiste en dejarle la camisa encima, él dice que no y al final gana su mujer. Todos le besan y abrazan. Las lágrimas van saliendo de sus ojos. Antonio se agarra sobre los hombros de 'Churrete' y los dos salen a por el paso. 'Churrete' va abriéndole camino, Antonio sigue detrás con la cabeza gacha bajo los hombros...
Se detienen entre el lado derecho del paso de Cristo y la gente y los coches, y el espacio es muy escaso. Pero hay espacio para que 'Churrete' le agarre de un brazo y le haga palpar uno de los respiraderos del paso, rico en motivos barrocos y en dorados. Mientras Antonio va tocando las partes que sostienen la imagen de Cristo, 'Churrete' le susurra cosas al oído, y Antonio se santigua. Y luego le lleva a ver el capataz, y vuelven a hablar.
"¡Churre!, ¡Chuuuuurre!". Varios cofrades llaman a mi amigo y sus hombros vuelven a llevar a Antonio detrás de él. Pasan ante Cristo y detrás del paso hablan con otro de los capataces. Antonio es un hombre que no está gordo, pero sí es robusto, recio, ancho de hombros, con mucho brazo y músculo.
El paso para y de la fila de atrás sale otro hombre casi igual a Antonio físicamente. 'Churrete' no para de besar a Antonio, le guía para que baje su cabeza bajo la trasera del paso. Su inmenso cuerpo, su costal, su camiseta de manga corta a tres grados de temperatura, sus ojos hundidos y casi inexistentes, su tragedia... se pierden entre la última fila de costaleros. Todo está a punto. "¡Al cielo!". El grito del capataz y la levantá. Y el paso comienza a caminar.
"¡Ese Antonio que ve con el corazón!", le dicen. "¡Ole como viene el Señor!". Y el capataz, el de atrás, diciéndoles "¡Vamos a disfrutarlo, valientes, vamos a disfrutarlo!". 'Churrete' intenta hablar con él desde fuera del paso pero la comunicación es imposible. Las cornetas y tambores siguen tocando y el sonido es muy fuerte. El paso para en la primera chicotá de Antonio. De un balcón sale un saetero, joven y espigado. Su garganta se vuelca con la devoción. Segunda chicotá, y Antonio sigue debajo, y 'Churrete' camina mirando al suelo, con la mano en los ojos, llorando.
El paso de misterio para otro instante y Antonio sale. Vuelve a entrar el mismo hombre gordo y robusto al que había sustituido. Y Antonio está bañado en lágrimas. Y todos corren a abrazarle. "¡Yo muero por ti, que lo sepas que muero por ti!". Su mujer, que no es nada capillita, le abraza y le besa. Le abrocha la camisa y le vuelve a besar. Sabe que la semana santa no es lo suyo, pero quiere a su marido. Es la historia de Antonio. Una más.
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