miércoles, 31 de marzo de 2010
EL HOMBRE MÁS VIEJO DEL MUNDO
Era el hombre más viejo del mundo y nunca había estado enfermo. "No me duele nada", "No recuerdo haber tenido un dolor de cabeza", solía decir. Fumador en sus años de juventud, y tomador "de una que otra copilla", el hombre era austero y trabajador. Así fue la larga vida de Joan Ruidavets, nacido en Es Migjorn, Menorca (Islas Baleares) y donde acaba de fallecer, de un resfrío, a los 114 años.
Don Joan tuvo el privilegio de conocer tres siglos .Nació el 15 de diciembre de 1889 y se casó en 1917. Su esposa nació en el mismo año que don Joan pero murió "joven", a los noventa años.
Cuando cumplió 114 años, fue un personaje conocido en todo el mundo porque no había ninguna duda de que Ruidavets era el ser humano más anciano después de que falleciera en setiembre de 2003 el japonés Yukichi Chuganji. Don Joan preguntaba con sorna "¿por qué es tan importante figurar en el libro récord de los Guinnes?", como le repetían orgullosos hijos, nietos y biznietos.
Era un empecinado partidario de la República española y así se lo manifestó a José María Aznar cuando el presidente lo visitó en los dos últimos veranos. Aznar le pidió el secreto de la longevidad. "Se la voy a dar, pero cuando se vayan los periodistas", le dijo.
Después confió que, además del efecto benéfico del aire menorquín, tenía afición por los productos de su isla que formaban parte de esa receta para vivir largo. En los cumpleaños, la familia, los vecinos y el gobierno le enviaban toda clase de golosinas baleares, sobre todo turrones mallorquines. También le gustaba el famoso queso de Menorca.
Confesó a los periodistas que tenía vocación de médico o profesor pero la pobreza le hizo elegir el oficio de zapatero que ejerció durante largos años. Sólo pudo finalizar la escuela primaria y le gustaba leer los periódicos, algunos libros y era un amante de escuchar buena música.
Nunca conoció Madrid pero sí Barcelona y Palma de Mallorca aunque se quedó con las ganas de viajar a la vecina Ibiza. Le encantaba hablar de los cambios que había visto en su vida.
La aviación le parecía "increíble", pero lo que le pareció aún más importante fue la electricidad. "Sí, la electricidad lo cambió todo, aunque lo único que no se puede cambiar es la muerte", reflexionó.
El día de su último cumpleaños recibió el homenaje de la Policía Municipal vestida de gala porque se había desempeñado, en algún momento de su vida, como guardia. Elegante, delgado y con ojos inteligentes, don Joan explicó que pasaba doce horas en la cama pero "imaginando y pensando cosas".
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