Aunque no es fácil medir nuestro sentido del tacto, es evidente que no todas
las personas tienen la misma habilidad táctil. Daniel Goldreich e Ingrid
Kanics, de la Universidad Duquesne en Pittsburgh, publicaron hace unos años
el estudio de la sensibilidad del tacto en personas ciegas y videntes.
Trabajaron con 43 ciegos (22 mujeres y 21 hombres con una edad media de 48.5
años) y 47 videntes (24 mujeres y 23 hombres con una edad media de 44.2
años). La prueba consistía en detectar la rugosidad de varias superficies
recorridas por ranuras de diferente grosor (algo así como el equivalente del
panel de letras del oculista). El resultado es claro: los ciegos tienen
mayor agudeza táctil que los videntes y, en ambos grupos, las mujeres son
mejores que los hombres. Como muy expresivamente lo dicen los autores, los
ciegos, como media, tienen la misma agudeza táctil de un vidente con 22 años
menos de edad.
Nuestra sensibilidad en el tacto depende de las llamadas células de Merkel.
Estas células, que se encuentran en nuestra piel, reaccionan ante presiones
muy débiles y envían la información recibida hasta el cerebro para que éste
responda en consecuencia. Unos años más tarde, el mismo grupo de Goldreich
se centró en la superior habilidad táctil de las mujeres para intentar
averiguar cuál es su causa. Y razonaron así: quizá los dedos en las mujeres
son más flexibles que en los hombres y, por ello, un mismo estímulo llega
más profundamente enviando, por tanto, más información al cerebro; o, quizá,
si el estímulo lo reciben las células de Merkel, éstas se encuentren en
mayor número en los dedos de las mujeres.
Trabajaron con un grupo experimental de 50 hombres y 50 mujeres, todos ellos
universitarios, y, como en el primer artículo, les examinaron de su
habilidad de reconocer superficies con rugosidades cada vez más finas.
También midieron la superficie de la punta de sus dedos, la flexibilidad e
hicieron un recuento indirecto del número de células de Merkel. En los
resultados quedó claro que la habilidad táctil aumenta según disminuye el
tamaño de los dedos; en realidad, a igual tamaño de dedos, sea cual sea el
sexo, igual habilidad táctil, pero como las mujeres, en general, tienen los
dedos más pequeños tienen, por tanto, una mayor agudeza del sentido del
tacto. Los autores suponen que, en los dedos pequeños, las células de Merkel
aparecen con mayor densidad que en los dedos grandes.
En conclusión, las mujeres, al tener los dedos más pequeños, tienen un
sentido del tacto más desarrollado y sensible. Y, a pesar de que todos los
experimentos de Goldreich y su grupo se refieren a tocar superficies, el
tacto en la especie humana cuando de verdad siente es cuando acaricia otra
piel humana. No lo olviden y apliquen este conocimiento en su vida diaria.
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