miércoles, 26 de octubre de 2011

PAÑUELOS

Por curioso que pueda resultar, para lo último que se utilizó el pañuelo fue para sonarse las narices.

En efecto, su primer uso fue para limpiarse el sudor de la frente y de la cara, por lo que los romanos llamaron a esta prendafacilia, en plural, porque siempre se llevaba más de uno. También se utilizó en la Antigüedad como vendas de primera mano, e incluso como cartera donde guardar provisionalmente cosas de valor.

Cuenta Eusebio de Cesarea, en su Historia eclesiástica, que el othone de los griegos servía tanto de pañuelo como de servilleta. Y el hispano-latino Quintiliano habla del candidum sudarium, pañuelo que podía servir para ocultar el rostro, o para protegerse con él del sol, como hacía Nerón en los espectáculos circenses. Otro uso que tuvo en la Roma clásica fue para protegerse la garganta a fin de preservar la voz y evitar ronqueras y resfriados..., uso que todos hemos conocido cuando en las noches frías nos protegemos del relente.

El pañuelo tenía valor simbólico en fiestas y espectáculos. Así nació la costumbre, hoy tan taurina, de airear los pañuelos al viento para expresar agrado. También sirvió como distintivo social que caracterizaba a las clases elevadas. El vulgo no poseía pañuelo, y se contentaba con agitar al viento una parte de la toga. Por eso cuenta el delicado poeta latino Catulo que en la sociedad romana de su tiempo regalar un pañuelo era gesto muy valorado..., sobre todo si era un pañuelo de calidad y nombradía..., como los que se fabricaban en una ciudad hispana: Setabis, la valenciana Játiva.

Los romanos no se sonaban las narices con el pañuelo; sonarse en público, así como hacer cualquier otro ruido corporal, era considerado de pésimo gusto por aquella sociedad sofisticada que llegó a ser la romana.

El pañuelo de bolsillo apareció en Venecia, hacia el año 1540, y se llamófazzoletto, traducción de la voz latina facilia a la que hemos aludido al principio. Lo utilizaban principalmente las llamadas "damas de la noche", mujeres de vida alegre, y de las que la romántica ciudad rebosaba. De Venecia el pañuelo pasó a la corte francesa de Enrique II, aquel monarca que había dicho lo de "París bien vale una misa", presionado por los españoles.

En tiempos de Cervantes los españoles hablaban de "pañizuelos de narices", que según dice Sebastián de Covarrubias en su conocido Tesoro de la lengua castellana, eran lo que sus antepasados llamaron "mocaderos", palabra que indica el fin al que estuvieron dedicados. Pero en aquel siglo XVII el pañuelo tenía un uso consagrado en el teatro, era utilizado por los actores, que lo requerían para representar las tragedias, enjugándose con él las simuladas lágrimas; sin él, este género dramático resultaba tan falto de algo como la comedia sin abanico.

Hasta el siglo XVIII el tamaño del pañuelo no era importante, ni su color, ni siquiera su forma. Todo servía. Fue la antojadiza esposa del rey francés Luis XVI, María Antonieta, quien dictaminó que todos los pañuelos debían ser cuadrados, como los que el emperador Aureliano del siglo III impuso en Roma a los asistentes al circo y al teatro.

En 1844 llegó a Madrid una nueva moda francesa: la del pañuelo llamado à lafleur de Marie, que toda persona elegante, sin importar su sexo, debía llevar en la mano. Fue ese pañuelo el que servía de pretexto a las damas cuando querían dar a entender a los despistados acompañantes su interés hacia ellos... dejándolos caer al suelo de manera displicente tantas veces cuantas juzgara ella que el mozo en cuestión merecía la pena. De esa costumbre se dijo aquello: "tan buen partido es el mozo que recogía hasta veinte pañuelos en una tarde". Estos pañuelos à lafleur de Marie estaban decorados profusamente con motivos florales y de aves del paraíso. Unos versos festivos de principios de nuestro siglo aluden a esa moda:

"De levantar pañuelos por todo el Rastro le duele a mi manolo el espinazo

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