martes, 17 de enero de 2012

POR LAS CARRETERAS DE AFGANISTÁN


Bombas, secuestros, tiroteos, oficiales corruptos y carreteras llenas de caravanas, sin mencionar las montañas con curvas cerradas y un clima brutal. Eso es lo que se encuentran en un día de trabajo típico los conductores de autobús en Afganistán.

Mohammad Wali se está preparando para un viaje de 450 kilómetros que le llevará desde Kabul hasta la sureña provincia de Kandahar, un bastión del Talibán.

Pero Wali no irá solo: llevará a cien pasajeros.

Durante sus treinta años en la carretera Wali ha visto la invasión Soviética en 1979, la caída del régimen comunista de Najibullah en 1992, la llegada de los Talibanes y luego la invasión de las fuerzas internacionales en 2001.

Pero él dice que las cosas nunca han sido tan difíciles como ahora.

"Bajo los Talibanes, solía tardar catorce horas en conducir de Kabul a Kandahar" dice Wali. "Pero te sentías seguro, incluso si llevabas un camión con oro".

"Hoy, el viaje dura sólo seis horas, pero no hay garantías de que vayas a llegar completo".

Wali dice que la carretera está plagada de delincuentes, que asaltan a cualquiera al que le puedan poner las manos encima.

"Todo lo que quieren o les preocupa es el dinero" dice.

Y, según él, las tropas internacionales sólo han empeorado los problemas para los usuarios.

Insurgencia en expansión

Los afganos se suben al autobús sabiendo que no están seguros.
Wali cuenta que ha sido detenido en muchas ocasiones por las fuerzas extranjeras.

"Ellos paran nuestros vehículos, disparan contra nuestras ruedas, rompen nuestros parabrisas. Y se niegan a permitirle el paso a vehículos civiles" dice.

"Un viaje de media hora puede llevarte hasta tres horas si tienes la mala suerte de encontrarte un convoy de fuerzas extranjeras", se queja.

Haji Goal Pacha, quien dirige una pequeña empresa de transporte, y está viajando en el autobús de Wali, dice que la conducta de las fuerzas internacionales en las autopistas es una de las razones del creciente resentimiento afgano.

"Ellos deberían saber que no hay ataques suicida en los vehículos públicos de pasajeros" dice Pacha.

Otro aspecto preocupante es la reaparición de los Talibanes en áreas que hasta ahora no habían insurgencia.

Zonas del norte, en particular, eran consideradas zonas seguras. Pero ya no es así.

Castigo por la música

Bismillah conduce un camión en la carretera de Mazar, que conecta Kabul con la ciudad del norte de Mazar-e-Sharif.

"La seguridad está garantizada hasta Puli Khormri, capital de Baghlan" dice Bismillah, quien usa sólo un nombre. "Pero más allá no hay seguridad que valga la pena".

Los afganos tienen una amarga memoria de los días de la guerra civil cuando los comandantes de las milicias usaban puestos de control en las principales carreteras para robar el dinero de los transeúntes.

Incluso si llevamos a un paciente, cadáver o una emergencia, no nos dejarán pasar
Mohammad Wazir, conductor de autobuses

Y la mayoría juzga a su gobierno por el nivel de seguridad en sus carreteras.

"Los conductores de las carretera Kabul-Jalalabad, al este del país, son a menudo parados por los Talibanes", dice un camionero enfadado, que prefirió mantenerse en el anonimato.

"Ellos buscan cassettes de música en el vehículo. Si los encuentran, le pegan al conductor con la culata del arma".

"No estoy hablando sobre Kandahar o Helmand. Este lugar está solo a dos horas desde la capital. El gobierno necesita despertar", dijo.

La carretera Kabul-Jalalabad era hasta hace poco una de las carreteras más seguras del país.

Un funcionario de alto nivel del ministerio de Carreteras está de acuerdo con que la situación ha empeorado, pero culpó a los Talibanes y los contratistas de seguridad privada.

El funcionario defendió la policía y ejercito del país.

La ruta del miedo
La misma historia sucede en la estación de autobuses de Khost, que lleva a los pasajeros al sureste de Afganistán.

El autobús sufrió un ataque donde murieron más de 35 personas.
La mayoría de los conductores se quejan de las fuerza internacionales, y de las estadounidenses en particular, a quienes acusan de bloquear las carreteras y frenar el tráfico.

Otro conductor, Mohammad Wazir, dice: "Te lleva seis horas conducir hasta Khost, pero si hay americanos, tardamos 13 horas".

"Incluso si llevamos a un paciente, cadáver o una emergencia, no nos dejarán pasar".

Conducir en las carreteras de Afganistán es un desafío que a nadie en su sano juicio le gustaría aceptar.

Pero esas carreteras son una línea de vida para un país sin salida.

Y para conductores como Wali y Wazir, es la comida de cada día.

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