viernes, 20 de enero de 2012
LA CESTA Y SU HISTORIA
En estos tiempos de crisis en los que nos cuesta muchas veces llenar la cesta de la compra, hoy os pongo en este minimaratón de post, la historia de la cesta.
Antes que a tejer aprendió el hombre a urdir. Anterior al tejido es el arte de la cestería de mimbre, de cañas o de tiras de madera tlexible. Largos y estrechos; chatos y abombados; planos; grandes y pequeños..., eran recipientes que utilizó el hombre recién salido del Neolítico para las labores de recolección de frutos silvestres.
Este arte llegó a su perfección en Egipto, donde la materia prima empleada para su elaboración era el papiro, planta vivaz con caña de dos o tres metros de altura, cuyas láminas sacadas del tallo también eran empleadas como papel. La forma del trabado alcanzó tal sofisticación que un mismo cestero podía hacer hasta cien unidades con distinto diseño. De ahí es probable que quedara el dicho que asegura: "Quien hace un cesto, hace ciento".
En la Antigüedad, el cesto servía para todo. El sumo sacerdote de la ciudad babilónica de Lagash lo utilizaba como corona hace más de cinco mil años. Y en la Grecia clásica no sólo servía como banqueta, sino que tenía su uso en el comercio, en el ajuar doméstico, y hasta en el templo. Cuenta la leyenda mitológica que la diosa Atenea, diosa de amores trágicos, encerró en un cestillo de mimbre blanco el corazón todavía palpitante del joven enamorado Zaegro. Y en la civilización mediterránea antigua llegó a ser objeto de culto: las procesiones de cestos místicos que recorrían calles de ciudades y aldeas en honor al dios Baco y a la diosa Afrodita, festejando las celebraciones del amor desenfrenado, de las orgías y del vino, eran portados por los cestóforos, sacerdotes que entendían en los secretos del amor desenfrenado. Aquellos cestos guardaban en su interior hojas de hiedra, granadas, recién cortadas, cañavera y una serpiente viva.
En Roma, el cesto o cesta tuvo además otros empleos. En pequeños cestos cilíndricos se guardaba los manuscritos, en forma de rollo; los niños guardaban sus juguetes en los llamados "cestos de infancia", y hasta las mujeres los utilizaban para guardar sus objetos de tocador. Tenían tapadera plana, y podían servir, dada su consistencia, tanto de asiento como de mesa en un momento dado. Eran eQuipaje de camino, para cuyo transporte se le anudaba un cordel en los extremos, con lo que se llevaban colgados del hombro. Podían ser lisos y pintados, adornándose con colores y dibujos los cestos destinados a ser usados por mujeres solteras. De allí derivó la costumbre de regalar cestos pintados a las doncellas, llenándose de flores, y en cuyo interior se escondía una prenda de amor, una carta o un mechón de pelo.
A finales de la Edad Media, la cesta era todavía objeto de obsequio a personas importantes: de aquella costumbre deriva la actual cesta de Navidad.
El arte y cultura de la cestería ha estado extendido por todo el mundo, a lo largo de la Historia. En Oriente, los campesinos no contaban el tiempo por años, sino por... cestas. Decían: tres años dura un cesto; tres cestos es la vida del perro; nueve la del caballo; veintisiete cestos vive un hombre y un elefante muere a los ochenta y un cestos.
Cuando en la Edad Media la mujer iba al mercado o a la feria comarcal, con sus criados, éstos portaban distintos cestos, uno para cada producto. En una relación mercantil de la Corona de Aragón, del siglo XIV, se lee: "Diez cestos de varilla de sauce en figura redonda, para la fruta; dos cestos de mimbre, para ropa; cuatro cestillos de paja, para huevos; un cesto de junco, para vasijas, más cinco cestas de cañaherla para lo que se quisiere mercar".
El cesto o cesta para la compra surgió en el siglo XVII, cuando apareció el capazo
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