jueves, 3 de noviembre de 2011

RELOJ DE PULSERA

Un dicho antiguo asegura que "aquél que ignora la hora del día es como si caminara en la oscuridad". El metafórico símil no está mal traído, si hablamos del reloj. La obsesión por el tiempo es constante en la Historia. Y todas las civilizaciones, desde las más remotas, ham mostrado en época temprana, una preocupación por el paso del tiempo, y por la necesidad de acotarlo. Así, los japoneses celebran, desde el año 670, la que ellos denominan "fiesta del tiempo". ¿Qué se celebra...? Sencillamente...: la invención del reloj bajo el reinado del emperador Ten-Ji.

Pero si los relojes de agua, o clepsidras; de sol, o heliocronos; de arena o incluso de aceite aparecieron muy pronto en la Historia, los relojes mecánicos, y sobre todo el reloj de pulsera, tardaron en fabricarse. Se sabe que el reloj de ruedecillas lo inventó un papa: Silvestre II, en el año 947, cuando era monje en un monasterio francés. Era un artilugio sumamente pesado, apenas fiable, que atrasaba o adelantaba incluso un par de horas al día. Obviamente distaba mucho de ser un reloj de pulsera.

Parece que el primer reloj de uso personal, destinado a la muñeca de una dama, lo construyó en París el relojero del rey, Beaumarchais, en 1755; su destinataria era una señora muy de moda a la sazón: Madame de Pompadour. A este reloj se le podía dar cuerda mediante una ruedecita montada en el centro de la esfera. Cuando Beaumarchais (pseudónimo de Pierre A. Caron), llevó a cabo su obra, ya hacía veinte años que el relojero y astrónomo inglés G. Graham había fabricado su famoso cronómetro: nada menos que un reloj de pared portátil que daba las horas a campanazos, que fallaba más que acertaba, y del que la gente aseguraba que sólo dos veces al día andaba aquel artefacto acertado en lo que a determinar la verdadera hora se refería. A raíz del descubrimiento de Graham los franceses decían preferir el reloj de los beduinos, es decir, el gallo, porque despertaba a los camelleros a su hora, y que al final del trayecto podían comerse en pepitoria, si así lo deseaban.

En 1875 aparecieron en Madrid los primeros remontoirs, o relojes a los que se daba cuerda por la corona, y no como los anteriores, que se les daba mediante llave. Eran relojes de bolsillo, para hombres y mujeres. Pero desde luego, a nadie se le hubiera ocurrido ponerse un reloj en la muñeca, a pesar de que el francés A.L. Perrelet habíajugado con esa idea en 1775.

Los relojes pequeños y precisos fueron técnicamente posibles tras el invento del "pelo" por el inglés Hooke. Pero aunque se eliminaba el péndulo, los relojes no acababan de encontrar su hora, su momento, y al principio de nuestro siglo eran todavía de bolsillo. Sin embargo, a lo largo de las primeras décadas del XX empezó a ganar terreno el reloj de pulsera. Los primeros en su género fueron seguramente los creados por Luis Cartier, en 1904, para el aviador Santos-Dumont; el mismo año, el suizo Hans Wilsdorf, fundador de la firma Rolex, sacaba otro modelo de reloj de pulsera. Poco futuro auguraban a aquella novedad los fabricantes tradicionales de relojes, pero acabó por imponerse de una manera arrolladora, sobre todo entre los deportistas. En 1910 ya estaba en la calle el primer cronómetro de pulsera para los amantes de la vida deportiva. Rolex se había adelantado a todos. Y en 1919 el relojero norteamericano W. A. Morrison ya había confeccionado un reloj de cuarzo..., ingenioso y utilísimo invento que sin embargo no se comercializaría hasta medio siglo después. El primer reloj de pulsera fue patentado en 1924; se le podía dar cuerda de manera automática. Sus inventores, H. Cutte y J. Harwood, pensaron que tras esta innovación poco más cabía hacer. Se puso de moda obsequiar a las señoras con el nuevo artilugio, y empezaron las mujeres a aprender a leer la hora, cosa que por absurdo que parezca, no sabían hacer con rapidez ni facilidad. Era también una manera gentil y generosa de advertirles, a las damas, la necesidad de la puntualidad en las citas..., en las de amor, evidentemente..., que eran las que en aquel momento de la Historia interesaban a los caballeros.

De entonces a esta parte..., el reloj de pulsera ha experimentado cientos de transformaciones, teniéndose la absoluta certeza de que todavía nos queda por ver lo más apasionante, a pesar de existir el famoso Diamant Noir, especie de reloj joya, valorado en más de un millón de dólares, y que lleva la firma de Vacheron-Constantin. Y a pesar de existir el reloj parlante, el patentado como Voice Master VX 2, en 1987, conocido también por "la voz de su amo", ya que responde a la voz de su dueño cuando éste le pregunta la hora, o incluso si le pregunta por otra serie de cosas, como el número de su tarjeta de crédito, de cuenta bancaria, de teléfono..., y así hasta veintisiete órdenes más. Este sofisticado invento japonés no es ciencia ficción, sino que se comercializó con éxito en aquel país.

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