Por fortuna, día a día la tecnología avanza pero a bien.
El móvil que permite a los ciegos 'leer' los prospectos
"Paracetamol. 650 miligramos. 40 comprimidos. Se utiliza para el tratamiento
sintomático del dolor de intensidad leve o moderada. Dosis máxima tres
comprimidos al día. Fecha de caducidad, julio de 2011». Esa sería la
información que una persona invidente escucharía en su teléfono móvil al
acercarlo a la caja de medicamentos que tiene en su mesilla de noche. Algo
posible gracias a la iniciativa de un grupo de alumnos del Club de
Innovación de la Universidad Pontificia que, utilizando la tecnología NFC,
ha creado el programa PharmaFábula.
El funcionamiento de este programa es sencillo. La persona invidente tiene
que tener un teléfono móvil con cámara de fotos o con tecnología NFC (Near
Field Communication) que, pese a ser relativamente nueva, ya se encuentra en
muchos de los dispositivos que Nokia o Samsumg venden en la actualidad y
cuyo funcionamiento es similar al bluetooth.
En la oficina de farmacia donde adquiera el medicamento, el farmacéutico
sacará una etiqueta identificativa de ese fármaco concreto y en el ordenador
puede añadir la información que considere pertinente a la misma, puesto que
el archivo se guardará en un servidor. Esa acción permite personalizar el
medicamento, así como su posología. Dicho archivo será enviado al teléfono
móvil y, cada vez que el usuario acerque el dispositivo a la caja, el
aparato reconocerá la etiqueta identificativa y reproducirá la información
almacenada en el archivo sonoro.
El potencial de esta tecnología, que puede ser utilizada por otros
colectivos como las personas mayores, es tan grande, que sirve para más
utilidades en las que ya trabaja la Pontificia.
La idea original fue de Fernando Fernández Fidalgo, quien el año pasado fue
designado uno de los 100 talentos europeos en el Foro de Emprendedores 2009,
que promueve el Comité de las Regiones de la Unión Europea y del Programa
'Youth in Action' de la Dirección General para la Educación y Cultura de la
Comisión Europea. Sin embargo, en el desarrollo también ha intervenido José
María Pérez Ramos, y han contado con el apoyo de la profesora Montserrat
Sánchez y el ingeniero del CPD de la Universidad Pontificia, Juan Agustín
Fraile Nieto.
Ellos forman parte del Club de Innovación que tiene la Universidad
Pontificia desde hace 5 años. Esta iniciativa permite a los alumnos
desarrollar un proyecto durante el curso académico y obtener una formación
más exhaustiva en las tecnologías que utilizan mientras estudian la carrera.
A cambio, deben comprometerse a desarrollar su proyecto, trabajando en grupo
y bajo la supervisión de un tutor, en nueve meses.
PharmaFabula permite la identificación de cualquier medicamento puesto que
puede "asociar un archivo de audio a cada caja, con la opción de que sea muy
personalizada para cada paciente", explica Miguel Ángel Sánchez, director
del proyecto.
Para personalizar el medicamento, el farmacéutico puede utilizar la
aplicación FabulaWriter para escribir la descripción de la medicina y
enviarlo a FabulaServer, que convierte el texto a voz y lo guarda. A
continuación, calcula el ID associtated a la medicina, la imprime y se
coloca en la caja, normalmente junto al código de barras.
Cuando el usuario invidente utiliza el móvil para leer la etiqueta, bien sea
en la farmacia o en su casa, el aparato se conecta utilizando la tecnología
3G o el wifi con FabulaServer y se descarga el archivo multimedia asociado a
esa medicina, con los datos personalizados.
Además, para las personas que no tengan un teléfono con tecnología NFC,
también sirve una etiqueta bidimensional, que puede ser leída por la cámara
de fotos de cualquier teléfono móvil, y cuyo funcionamiento es idéntico. El
único problema para utilizar este sistema es que aumenta la dificultad para
las personas invidentes a la hora de tener que enfocar con la cámara
directamente a toda la pegatina bidimensional.
"Tenemos un producto de mucha utilidad, creado con tecnología que se
encuentra con facilidad, barato y muy práctico", explica el director de un
proyecto que en los próximos meses será sometido a una experiencia piloto en
distintas farmacias de Salamanca, gracias al interés del Colegio de
Farmacéuticos y la ONCE.
El primer paso de este grupo de trabajo consistirá en seleccionar la
información de los prospectos que llevan todas las medicinas que se quiere
dar al usuario invidente y centralizarla en una página web para facilitar su
uso. De esta forma, se obtendrán datos reales de su funcionamiento y del
coste de su implantación.
Los creadores de PharmaFabula creen que la iniciativa también supone un
valor añadido "para las oficinas de farmacia que lo implanten, puesto que es
una tecnología para personas invidentes pero también para los mayores que
puedan tener alguna dificultad", asegura el director del proyecto Miguel
Ángel Sánchez.
Desde ese punto de vista, siempre es más cómodo "oír un archivo de audio que
leer la letra diminuta de un prospecto, con demasiada información
especializada. Las farmacias que se incorporen tendrán una ventaja en un
mercado competitivo sobre las que no lo hagan", afirma su responsable. Por
otra parte, la implantación en serie de las etiquetas inteligentes por parte
de la industria farmacéutica conllevaría "una reducción muy importante de
costes, aunque eliminaría la fase de personalización del medicamento.
Además, en estos momentos en los que se está trabajando con muchos
medicamentos genéricos, aquellas que lo implanten, tendrán un distintivo
sobre las que no lo utilicen. El coste sería de céntimos para una
diferenciación en el mercado muy importante", explica el director del
proyecto.
El desarrollo de PharmaFábula, cuyo coste no ha superado los 60.000 euros,
es una realidad. Fernando Sánchez-Guijo es el jefe de servicios sociales de
la ONCE en Salamanca y ya ha probado el funcionamiento de PharmaFabula.
Considera que esta aplicación supone para los invidentes «la eliminación de
una barrera más, que es extrapolable a otros colectivos como las personas
mayores, o con vista cansada. Facilita el acceso a los medicamentos y a la
información verdaderamente importante, como la posología, la fecha de
caducidad, el modo de toma, de conservación, de manera muy rápida y ágil, a
un coste ínfimo», indica. Fernando Sánchez-Guijo reconoce que pese a contar
con la tecnología, estos procesos son «largos y tediosos» porque se depende
de la financiación.
El trabajo de la Pontificia ha contado con el respaldo de los técnicos del
CIDAT de la ONCE y de la sede administrativa en Salamanca. "Tenemos un
producto competitivo, factible, que no conlleva ningún coste y que soluciona
de forma muy sencilla un problema", asegura Sánchez-Guijo.
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