domingo, 17 de abril de 2011

MARATÓN DE CLÁSICOS


El primero de los clásicos acaba empate a 1. El próximo Miércoles tendremos el segundo plato. Pero en tiempos pasados, ya huvo otro maratón de clásicos en los que aburriría a los que no les gustase el fútbol como ahora habrá gente que no les guste y es perfectamente entendible y respetable.

Nació la rivalidad
Así fue el maratón de clásicos... en 1916
En torno al mes de abril de 1916, Real Madrid y Barcelona se enfrentaron en cuatro ocasiones. Y ahí nació la rivalidad entre ambos.

En los próximos días nos esperan cuatro clásicos, pero no será la primera vez que ocurra algo así. Es más, el origen de la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona descansa precisamente en cuatro legendarios partidos que ambos clubes jugaron en la Copa de 1916. Tres de ellos se disputaron en el mes de abril, al igual que ocurre en esta ocasión.

Hasta entonces, no existía entre ellos un antagonismo pronunciado. Ni siquiera ocupaban el lugar más alto del escalafón, un lugar que hasta la Guerra Civil correspondió al Athletic de Bilbao.

La semifinal de la Copa de 1916 enfrentó al Barcelona y al Real Madrid, los principales candidatos para desbancar al campeón, el Athletic de Bilbao. En la Ciudad Condal, los catalanes se impusieron por un ajustado 2-1, pero en la vuelta los blancos se desquitaron con un contundente 4-1.

Como, según la reglamentación de la época, la diferencia de goles no contaba, se tuvo que jugar un tercer partido. Y ahí comenzó una rivalidad que, de morir, será porque ha muerto también el fútbol.

Por entonces, los equipos eran aficionados y había que reducir gastos como fuera, por lo que el tercer encuentro se celebró dos días después del anterior, también en Madrid.

El cansancio de los jugadores favoreció que saliera un partido épico y de una emoción insuperable: necesitó de una prórroga que tampoco resolvió nada, pues el resultado final fue de empate a seis, un marcador, en contra de lo que se cree, tan poco habitual en la época como ahora.

El tiempo reglamentario acabó con empate a cuatro, tras sucesivos vaivenes en el marcador. En la prórroga, marcó primero el Madrid, pero el Barcelona logró adelantarse con dos goles. Sin embargo, a tres minutos del final, Santiago Bernabéu empató de penalti. Era el tercer penalti que lanzaban los blancos, uno de los cuales lo había fallado el futuro presidente blanco.

El cuarto y definitivo encuentro se celebró al día siguiente, un maratón futbolístico sin parangón en la actualidad. Bernabéu falló un penalti poco antes del final y no pudo impedir el empate a dos con que concluyeron los noventa minutos.

En la prórroga, el Real Madrid marcó dos veces, pero los catalanes estimaron que el segundo de los goles se había conseguido en fuera de juego y, a falta de siete minutos, se retiraron del campo, por lo que los madrileños se clasificaron para una final que perderían ante el gran Athletic de Bilbao (4-0).

Comenzaba así una interminable serie de reproches mutuos por reales o supuestos favoritismos arbitrales que tuvo resonantes episodios en la propia Copa y, más tarde, en la Liga y en la Copa de Europa.

Aquellos pioneros no lo sabían, pero habían dado comienzo a la rivalidad más encarnizada de la historia del fútbol español.

J. A. Bueno Álvarez es novelista y autor de Historia del fútbol, obra escrita conjuntamente con Miguel Ángel Mateo y publicado por Edaf.

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