Una idea creciente apunta a que las posibilidades de nuestras elecciones están inscritas en el cerebro.
La libre elección de que disfrutan los seres humanos es similar a la que ejercen animales tan simples como las moscas, afirma un científico.
La idea puede requerir, simplemente, una redefinición de "libre albedrío", pero las pruebas demuestran que el comportamiento animal no es ni completamente libre ni completamente determinado.
El ensayo, aparecido en Proceedings of the Royal Society B, indica que los animales tienen siempre un abanico de opciones disponibles.
La idea de "opciones" viene a cubrir una probabilidad compleja, pero, al menos en términos humanos, es entendida como decisiones conscientes.
El concepto aborda uno de los grandes debates filosóficos de la historia, y Bjoern Brembs, de la Universidad Libre de Berlín, hace su aporte al asunto con las últimas contribuciones de la neurobiología.
Lo que hace tiempo quedó establecido es que el "comportamiento determinista" -la teoría de que un animal acicateado de cierta manera reaccionará con la misma respuesta siempre- no es una descripción completa de comportamiento.
Más y más personas se están dando cuenta de que se trata de una propiedad biológica, un rasgo; el cerebro posee la libertad para producir comportamientos y opciones propias
Bjoern Brems, neurobiólogo de la UNiversidad Libre de Berlín.
"Incluso los animales menos complejos no son autómatas predecibles, tal como se les concibe a menudo", le dice el doctor Brembs a la BBC.
Sin embargo, la ausencia de un determinismo no implica un comportamiento completamente al azar tampoco.
Los experimentos, incluyendo los propios del doctor Brembs con moscas, en 2007, han demostrado que, aunque el comportamiento animal pueda ser impredecible, las respuestas provienen de una lista de opciones fija.
"La libre elección ya no es una cosa de alta metafísica como lo fue hasta los '70", dice Brembs.
"Más y más personas se están dando cuenta de que se trata de una propiedad biológica, un rasgo; el cerebro posee la libertad para producir comportamientos y opciones propias".
El mecanismo exacto mediante el cual los cerebros -desde los cerebros de mosca a los de seres humanos- acometen esa generación de comportamientos continúa siendo materia de experimentación.
Modelos matemáticos
El doctor Brembs y otros han utilizado modelos matemáticos para simular la actividad cerebral en un computador, y encontraron que lo que funciona mejor era una combinación de comportamiento determinístico y los que se conoce como comportamiento estocástico, que parece ser comportamiento al azar, pero que sigue un patrón de probabilidades definido.
La moscas de la fruta, atadas, demostraron que sus elecciones no son ni deterministas ni hechas al azar.
Esta "estocasticidad" hace su aparición, por ejemplo, en los terremotos.
Mientras que no se pueden predecir con exactitud, una falla dada demostrará que, con suficiente tiempo, la frecuencia con la que ocurren los sismos casi describe una curva.
Tal como ocurre con el comportamiento animal, hay un orden y una probabilidad subyacentes a un proceso en el que parece regir al azar.
"Se trata de una probabilidad, y sólo hasta allí podemos llegar si tratamos de abstraerla desde el pensamiento", explica.
"Al pensar, tenemos todas las opciones y, teóricamente, todas las opciones tienen la misma probabilidad agregada a ellas. Sin embargo, ésta no es la forma en que va a resultar".
Según el doctor Brembs, así tengamos la opción de saltar al abismo, se trata de una opción que rara, muy rara, vez será elegida.
El científico afirma que es probable que los cerebros tengan mecanismos que pueden reducir o aumentar el elemento probabilístico del comportamiento, dependiendo de la situación que se enfrente y que, en suma, todo el sistema es una estrategia de supervivencia evolucionada.
"La variabilidad que es inherente al comportamiento en un prerrequisito para la supervivencia en un medio ambiente competitivo".
Esto es, un cazador no debería poder adivinar siempre las acciones de la presa; pero estas acciones no deberían contemplar un elemento de azar hasta el punto de que incluyan opciones más peligrosas que el cazador mismo.
Interacciones fantasmales
La idea tiene cierta popularidad en el mundo de la neurobiología, pero está claro que lo que se necesita es más resultados de experimentación que se equiparen a los modelos matemáticos.
Christof Koch, biólogo del Instituto de Tecnología de California y frecuente ensayista en el tema de la libre elección y la biología, afirma que el trabajo apunta al corazón mismo de "uno de los problemas más antiguos de la filosofía".
Según Koch, la mente no puede actuar sobre el cerebro sin dejar huellas en él.
Al escribir sobre el trabajo del doctor Brembs, señala que "la robusta versión cartesiana de la libre elección -la creencia de que si uno enfrentara las mismas circunstancias otra vez, podría actuar de manera diversa- es difícil de reconciliar con las leyes naturales".
"No hay forma de que la mente consciente, el refugio del alma, pueda influenciar al cerebro sin dejar trazas. La física no permite semejantes interacciones fantasmales".
Koch le dijo a la BBC que "es muy posible que el 'indeterminismo', bajo ciertas condiciones, pueda ser un rasgo útil, cosa que no es normalmente: cuando se va conduciendo un coche a alta velocidad, uno quiere ser altamente determinista", dice Koch.
El doctor Brembs, por su parte, dice que el debate actual ni siquiera menciona el debate mucho más farragoso respecto a la conciencia, sus orígenes o si los animales la comparten.
"Yo no esperaría que las moscas o los gusanos reflexionaran sobre sus opciones. Yo pensaría que es algo que ya viene incorporado. Pero habiéndo dicho eso, anotaría que muchas de las decisiones que nosotros tomamos también vienen incorporadas", señala.
"(El libre albedría que se describe en el estudio) es de muy bajo nivel, un prerrequisito necesario, pero no está cerca de ser suficiente para lidiar con temas como la moralidad o la responsabilidad", agrega.
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