lunes, 20 de octubre de 2025
DANA: UNA PESADILLA MUY REAL (I PARTE)
¿Quién me iba a decir que yo, en pleno centro de la península iba a sufrir una "gota fría" o DANA? Pues sí, tuve la desgracia de vivirla en primerisima persona y hoy en día en el que la actualidad abre la mayor parte de los informativos con los chanchullos políticos y con las desgracias de países que sinceramente ni nos va ni nos viene, olvidando las desgracias que viven nuestros compatriotas. ¿Quién recuerda a los afectados por el terremoto de Murcia? ¿Y los del volcán de la Palma? ¿Y lo más reciente, la DANA en Valencia?
Vamos al tema del que hoy quiero hablaros que me lío.
Ese verano que se prometía muy feliz el del 2023, teníamos planificado desde hacía meses unas estupendas vacaciones familiares en un bonito pueblo de Castellón y tras nuestra vuelta aún con días de asueto para poder prolongar el tiempo estival, pensábamos en disfrutar unos días de fiesta en el pueblo en el que vivía, El Álamo. Con dj´s, música en directo, comilonas y mucha diversión como en los últimos tiempos. Pero, cuál fue nuestra sorpresa que unos días antes nos avisaron que podía llover fuerte por la zona y que las fiestas podrían peligrar. No se le dió mucha importancia ya que "nunca pasa nada" hasta que pasa... y pasó, vaya que si pasó.
Recuerdo que fué la tarde del sábado 2 de Septiembre, precisamente el día grande de El Álamo, cuando al rededor de una mesa de cocido como comida estrella de ese día en casa y con familiares invitados para comer, empezó a llover primero moderadamente para a continuación, al rededor de las dos y media, sonar al unísono en todos los móviles de la casa, una terrible alarma que ha día de hoy me persigue en mis peores pesadillas. 
La comida transcurrió tranquila, recordando anécdotas del viaje reciente, planes de futuro y comentando la actualidad política del momento mientras la lluvia empezaba a tomar fuerza fuera. En ese momento nos sacó del delicioso momento un tenue maullido. Al salir a la terraza encontré empapado un gato de apenas unas horas de vida, tembloroso y aún con el cordón humbilical, de todos es sabido que a mi los gatos no me gustan lo más mínimo pero en aquél momento, me decidí a salvarle la vida ya que intentaba subir la escalera sin éxito y caia de espaldas y le costaba ponerse de pie. La lluvia no paraba y decidí ponerme el chubasquero y bajar las escaleras para darle calor con una sábana que mi madre me dió. Le fuí a dejar en una esquina de la terraza dónde no llegaba el agua pero nuevamente ese sentimiento de lástima me invadió y decidí llamar al vecino ya que ellos tenían gatos y precisamente su gata acababa de estár preñada. Se lo dí envuelto para evitar el contacto humano ya que luego la madre lo podía despreciar. No sé la suerte que correría el gato después ya que todo se precipitó de manera inesperada. Deseo que se salvara, que fuera un superviviente de la catástrofe que se nos iba a avecinar en apenas unas horas. Quiero creer que sí por que varios meses después, un gato también cachorro del mismo color, mismo pelaje, se me curzó en la calle y no salió huyendo como suelen hacer. Se acercó a mí que permanecía inmóbil y se restregó en mi pantalón y siguió su camino. Yo me quedé petrificado pensando: ¿y si fue el gato que salvé aquél día? 
La tarde avanzaba y la lluvia no reciaba. Decidí seguir las indicaciones (pocas cierto es) del Ayuntamiento y vacié unos centímetros la piscina para que no desvordase. Inútilmente como se pudo comprobar poco después. Las últimas horas de la tarde las pasamos viendo alguna película, o leyendo tal vez de eso no tengo un recuerdo claro; pero lo que si sé es que en torno a las nueve de la noche empecé a escuchar agua que pasaba al garaje. Baje para comprobar la magnitud del asunto ya que sinceramente no esperaba mucho. Pero si, si fue una buena magnitud. Apenas sobrepasaba los tobillos pero el agua entraba con fuerza por la puerta del garaje que comunicaba con la casa. En ese momento también bajó mi madre para ver también ella en primera persona lo que estaba sucediendo con tan mala suerte, que perdió el pie en el último escalón que ya cubría el agua y cayó perdiendo su reloj. La ayudé a levantarse y subimos a la planta superior. La tormenta continuaba descargando litros y litros hasta que ya se descontroló todo. La luz se apagó, la de las calles le siguieron y al abrir la puerta de la calle para ver si el resto del vecindario tenía luz, todo a oscuras y la piscina desapareció en mi campo de vista. Se instaló un rio. Subí escandalizado a la terraza de arriba y lo que allí pude ver, no era mejor imágen. El rio que creí ver, fue un océano. Las calles no se veían y el agua seguía cayendo y subiendo su cauce minuto a minuto. El cielo parecía desmoronarse. El ruido era ensordecedor. Creo que aún conservo aquellos audios que escuchábamos semanas después en las sesiones del psicologo.
Internet dejó de funcionar y las comunicaciónes se complicaban. Cada rato entraba algún mensaje para comunicarnos con el resto de familiares y amigos que narraban su propia experiencia y las noticias que nos llegaban no eran mejores. Mi hermano desde Sevilla pasó la noche en vela a espensas de noticias que llegaban a cuenta gotas por la dificultad de las comunicaciónes que cada vez eran peores.
Recuerdo y aún se me pone la piel de gallina, cuando en un momento de la noche y mientras el agua seguía salvajemente su camino arrasando con todo lo que encontraba por su camino, a mis vecinos de enfrente de 4 y 6 años pidiendo socorro y ayuda. Ahí si sentí miedo de verdad. Nos comunicabamos por las terrazas e imperó el sentido común al subirnos provisiones y medicamentos a las partes altas de las viviendas por si la cosa se complicaba aún más.
Intentamos acostarnos para descansar y mañana ver las posibles consecuencias no tan debastadoras como yo creía. Equivocado estaba en ambas cosas, en descansar y en las consecuencias.
Sirenas, agua descontrolada, gritos y de repente, golpes muy fuertes en el sótano. Los muebles empezaban a flotar y furiosos golpeaban las paredes. Y al poco, el silencio. No cabía más agua en el sótano y comenzó a subir peligrosamente las escaleras asomandose a la planta baja.
Al asomarnos nuevamente por la terraza, el agua saltaba furiosa por encima de los muros de mi vecino y el mio, la puerta de la finca se abrió de golpe furiosa golpenado con el muro trasero y en ese entónces, la del garaje también se abrió dejando pasar aún más agua. Aún cabía más. Pude ver con cierto asombro como la carabana que tenía mi vecino aparcada en la calle, empezaba a bagar sola por la calle o lo que quedaba de ella sin rumbo, farolas, coches, cubos de basura, todo flotando sin rumbo a merced del agua furiosa y marrón y fue como si de mantequilla en tostada se tratara, como los muros del vecino de enfrente, caían los 4 a la vez dejando sin valla la casa. El terrible ruido fue tan sorprendente que parecía que estaba viendo una película en la tele y no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Los muros en el suelo, el sonido atronador y la cosa no paraba. Tras varias llamadas a los servicios de emergencias, nos comentaban que estaban desvordados, que las inundaciones no las atendían con urgencia ya que estaban rescatando personas de las casas.
Por fin, los bomberos llegaron a nuestra zona. Nos comentaban que estaban haciendo rescates con lanchas para poder acceder a las viviendas, algo terriblemente sorprendente. Primero sacaron a los vecinos de enfrente que estaban mucho más desprotegidos que nosotros y tenían una niña de corta edad. No recuerdo las palabras exactas del bombero pero vino a decir que si pasabamos la noche en casa (como en principio pensábamos hacer mi madre y yo) correría peligro nuestra vida ya que sobre las 3 de la madrugada, venía otra fuerte tormenta.
Agotados, helados de frío y con ganas de que todo terminase, el fuerte brazo de aquél bombero nos guió entre el barro, caos y agua hacia una parte alta del barrio para que nos guiasen para pasar la noche en el polideportivo que el Ayuntamiento había dispuesto dejando la casa sola y abierta totalmente con nuestra vida entera ahí dentro.
El marido de mi prima Sole, vino a por nosotros para pasar la noche en un hogar conocido y acogedor. Hoy algo más de 2 años después, en el que mi prima ya no está entre nosotros, recuerdo con tanto cariño ese momento, ese abrazo, ese vaso de leche calentita que me dió, como nos brindó su casa, su cariño, nos brindó todo lo que tenía. El punto gracioso lo puso su perrito "CAPI" quién haciendo de sus gracias cuál perro simpático, no dejaba hacer la cama metiendose en medio de las sábanas y mordisqueando nuestros helados pies mientras la vida afuera, se desmoronaba.
No sé si fue un policía quién lo comentó o un bombero el caso es que dijo "mañana ustedes cuando regresen a sus casas, no la van a reconocer, ni su pueblo será igual" 
Apenas pudimos dormir media hora escuchando llover, sirenas y el caos que se estaba formando en la parte baja del pueblo. El caso es que aquél primer café de la mañana me sentó fenomenal sin saber que sería lo único que comería hasta la noche.
mientras bajabamos con el coche del marido de mi prima, vimos el caos, la destrucción, muros caídos, coches en posiciones imposibles, cubos volcados, barro, suciedad, dónde había farolas, un agujero lleno de barro un barro que días después pasaría a ser una masa pestilente, ese olor...
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Fue horrible y lo peor de todo es que no se ha hecho nada para que no vuelva a pasar. Se han limitado tanto Comunidad de Madrid y nuestro ayuntamiento a rehabilitar lo que a todas luces no es seguro.
ResponderEliminarPeor aún la Confederación Hidrográfica del Tajo que se a limitado a ignorarnos.
Pues nada, que no vuelva a pasar porque nuestras vidas les importan cero.