miércoles, 29 de octubre de 2025

DANA: UNA PESADILLA MUY REAL (II PARTE)

Sé que para mucha gente ha sido duro recordar todo esto de aquellos días pero lo ví necesario por varios motivos. El blog en aquél momento estaba inoperativo y encima no tendría ganas de ponerme a escribir, tenía que rehacer una casa casi desde cero y además, la psicologa (si fui al psicologo) me recomendaba escribir sobre lo sucedido y me puse manos a la obra. Cierto es que casi dos años después pero aquí estoy frente a mi nuevo ordenador con la inseparable compañía de la radio de fondo justo a mi derecha; ya hablaremos de la radio en otro post, pero quiero hablar en esta segunda entrega de esta historia sobre la solidaridad, el sentimiento de pertenencia por primera vez y posiblemente la última, de pertenencia de un pueblo bueno, solidario y del que dentro de la desgracia vivida, me siento orgulloso de haber pertenecido a él. Lo dejamos en la mañana del 3 de septiembre con el olor a desastre y la visión del caos. A medida que el coche avanzaba y nos aproximabamos a la zona 0, no daba crédito al ver las propias entrañas de las casas, los gigantescos charcos (más bien lagos) la desaparición de muros, coches desperdigados y terriblemente destrozados, barro, alcantarillas reventadas, farolas en posiciónes irreales (las que aún aguantaban estoicamente en pie) señales de tráfico volcadas, asfalto enterrado por varios centímetros de tierra aún húmeda, gente vagando por las calles aún incrédula de lo que acaban de vivir. Cuando llegamos a mi calle, o lo que quedaba de ella, no presentaba mejor imágen. Javi tuvo que aparcar algo apartado de la casa ya que los muros de las otras casas, invadían la calzada. La puerta de mi finca abierta de par en par dispuesta a recibir visita si así lo deseaba cualquiér transeúnte, la del garaje doblada como acordeón, ramas, objetos, palos, barro, suciedad, la mesa del merendero quizá 20 o 30 metros desplazada y volcada junto a una varandilla que resistió a duras penas, sillas esparcidas por todas partes, un cubo flotando en la piscina y un muro divisorio con el vecino de atrás, completamente en el suelo, apenas se podía distinguir una parcela de otra. Había tanto que hacer, tanto que llorar... y aún no habíamos pasado a la planta del sótano dónde almacenabamos no solo cacharros sin uso, si no un montón de recuerdos, de herramientas de mi padre, libros en braille hoy casi imposible de encontrar, cintas de VHS, entre las que se encontraba mi querido REY LEÓN o la Comunión de mi hermano, mi máquina pérkins de escribir en braille, cintas de casette, toda una vida entre agua y barro. El pasillo que comunicaba la entrada con la casa, desapareció y en medio del mismo, una barandilla que con tanto cariño y esmero construyó mi padre, reposaba en el suelo, sucia, desquebrajada como mi corazón. Las ganas de llorar me invadieron y no se si aportó algún metro al agua ya caída pero de mis ojos brotaban ríos de lágrimas viendo tal destrozo.
Al pasar al interior aparentemente todo estaba normal, sin luz pero bueno todo aceptable. Al intentar bajar al sótano, el lodo invadía todos los escalones y hubo que bajar con máximo cuidado y cual fue mi sorpresa, que aún quedaba agua por achicar. Pude ver con terror, muebles volcados, camas aún flotando y la imágen que me llevaré del desastre, balones de fútbol perdidos flotando entre tanta destrucción. Esa mañana la recuerdo de llamadas a seguros, compañía de la luz, agua, gas, familiares y amigos para comentar el estado de guerra en el que se había convertido mi casa, mi barrio, mi pueblo. Las horas inproductivas y colapsadas pasaban sin apenas avanzar en las gestiones y en las cosas que se amontonaban. No se en que momento vino la luz, lo que si se es que mientras mis vecinos empezaban a sacar cosas y amontonarlas en las calles sin control, yo permanecía bloqueado, sin haber empezado y es que el egoísmo salía a relucir en la calle. Grupos organizados por los propios vecinos y amigos del pueblo, cuadrillas y cuadrillas de jóvenes, muchos jóvenes que venían a la guerra, armados de escobas y palas, con barro hasta las cejas con la única bala cargada con el afán de ayudar, colaborar, contribuir a levantar un pueblo, un barrio de sus cenizas, o de sus lodos. Mientras miraba por la ventana como vecinos/as reclutaban personas de manera descontrolada y el resto aún no habíamos empezado, un sentimiento de rabia e impotencia me invadio. Sólo, con mi casa destruida y sin poder hacer nada, sólo con una pala que pude rescatar, empecé a mover lodo. A última hora de la tarde, varios amigos llegaron dispuestos a ayudar y a empezar una larguísima tarea. Resumiré lo más brevemente que pueda en las siguientes líneas. Por la noche, fui consciente de que era de noche cuando dejé de ver. Con más barro que piel visible en mi rostro, creo que pude comer algo por primera vez en el día. ¿Y cómo dormí esa noche? No lo sé. Sólo sé que me dí una ducha fría por que aún no había gas y me tumbé en la cama cansado y con el alma rota. Escuchando aún las últimas escabadoras y de repente, el silencio y la oscuridad se apoderó de las calles y de los corazones avatidos. Silencio roto por el canto solitario de algún ave nocturna que contemplaba desde lo alto el lodazal y el desastre que se había organizado. A la mañana siguiente, no sé quién me despertó pero la actividad comenzaba fuera. Los grupos ya más organizados y pronto comenzó el reparto de palas, guantes, botas de agua gestionado por el Ayuntamiento que canceló cómo era lógico las fiestas. Los jóvenes cambiaron la pista de baile por la pista de lodo y escombros de su pueblo. No importaba la edad. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores salieron escoba en mano, pala en ristre y sobre sus tractores para despejar las calles de muebles y enseres que destrozados vivían sus últimos días. Recuerdo con especial cariño varios detalles de aquél trauma. Uno de ellos y cuando ya por fin pudimos abrir la puerta del garaje, con ayuda primero de una bomba casera de mi amigo Cristian y luego por los bomberos, al empezar a sacar objetos y limpiar, de pronto apenas 4 personas por que el egoísmo crecía por momentos por parte especialmente de un vecino/a de calle, se convirtieron en 8, 12, 16 y pasaban personas que no conocía, personas que no hacía falta presentar, su hombro, su pala estaban dispuestos a colaborar e intentar poner todo lo antes posible al día. Había que levantar un pueblo y ahí estaban ellos, esos vecinos que olvidaron por unos días sus creencias, sus signos políticos... De repente se paró la cadena humana que habíamos formado por que mi querida prima Sole, !encontró la pulsera de mi madre! ese pequeño gesto fue tan celebrado, ese mínusculo éxito se convirtió en un poco de esperanza. Otro de los episodios que me gustaría recordar fue cuando el equipo Cadete del CD El Álamo capitaneado por Javi, hijo de Sole y Javi, llegaron a mi casa armados con palas, rastrillos y todo lo que pudiera ser últil para pasados pocos días, limpiar el patio con la manguera y ganas de recuperar la normalidad. Chicos de apenas 14 - 15 años dando ejemplo a los mayores, dejando sus redes sociales, sus cosas de adolescentes a un lado para poner en pie otra vez, una casa.
También quiero recordar y no por ello menos importante, las primeras noches de guardia con mi vecino Jony y Jose. sentados en la calle y café para amenizar las frías madrugadas para espantar posibles amigos de lo ajeno que rondaban en aquellas noches, si también hubo amigos de lo ajeno. Recuerdo más detalles de aquellos días. Otro muy especial fue que los hosteleros del pueblo traían bocadillos, ensaladas, agua y sorprendentemente, el domingo, una paella que no sólo sirvió para saciar el hambre, si no para saciar las almas que veían como los camiones sacaban nuestros recuerdos familiares, mi máquina pérkins que jamás volví a ver, las herramientas de mi padre fallecido 4 años atrás. Haré mención a otro episodio traumático hoy 29 de Octubre, precisamente cuando estoy terminando de escribir este post, coincidiendo con otra DANA tan traumática y más cruél como la de Valencia en la que perdieron la vida 237 personas. Fue cuando ya pudimos acceder a la sala que teníamos como almacén y dónde guardábamos no solo muebles si no centenares de cintas de casete de todos los grupos habidos y por haber de flamenco y gitaneo. Desde Los Chichos, Los Chunguitos, Junco, Tijeritas, Camela hasta Bordon 4, El Cingaro o Camarón. Cintas que no se pudieron recuperar y que en un momento de la tarde se pisaban y aquél crugido me rompía el alma. De pronto algo me rozó el pie. Como llamando mi atención, como despidiéndose para siempre de mi. Me agaché y apenas pude agarrar una hoja de un libro que se deshizo en mis manos. Lo ví disolverse entre mis dedos. Aquella imagen la vio mi primo y al verme que me heché a llorar desconsoladamente, me puso su enbarrada mano en el hombro y me dijo. "Venga tío, ahora debes ser fuerte. Por tu madre y por tí. No te puede ver así. Ya sigo yo por aquí" y él se encargó de tirar esos seis puntos que formaban letras, formaban palabras y frases que nunca más serían leídas. Esos seis puntos que pasaron por las manos de mi hermano primero y les siguieron las mías, ya nunca más volverían a contar historias. Esos seis puntos que antes tenían vida cada vez que pasaban nuestros dedos, pasaron a ser los seis puntos de barro. Y luego igual que vinieron los voluntarios se fueron. Llegó la soledad, el olor penetrante a humedad. Los meses crudos del invierno sin puertas, sin muebles, sin libros de braille. Y luego la reconstrucción, los pintores, la vida a la normalidad. Como si nada hubiera pasado. Y el pasado 24 de agosto, mi último día en mi casa de El Álamo, no sólo me despedí de la casa si no que bajé al sótano del horror y vi por última vez mucho más vacío y mucho más blanco ese sótano que desalojaron al principio con respeto y luego mecánicamente "había que empezar de cero"
Y acabando estas líneas desde la nueva comodidad de mi casa de Móstoles, me reclaman por el teléfono que ignoro, escucho "La ruleta de la suerte" que ve mi madre en el televisor y me descubro los ojos húmedos. Yo nunca pensé en vivir un drama así. Y lo viví y doy gracias al cielo, destino o quién sea, de poderoslo contar en este blog. Por que ví mi vida peligrar.

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