miércoles, 29 de octubre de 2025

DANA: UNA PESADILLA MUY REAL (II PARTE)

Sé que para mucha gente ha sido duro recordar todo esto de aquellos días pero lo ví necesario por varios motivos. El blog en aquél momento estaba inoperativo y encima no tendría ganas de ponerme a escribir, tenía que rehacer una casa casi desde cero y además, la psicologa (si fui al psicologo) me recomendaba escribir sobre lo sucedido y me puse manos a la obra. Cierto es que casi dos años después pero aquí estoy frente a mi nuevo ordenador con la inseparable compañía de la radio de fondo justo a mi derecha; ya hablaremos de la radio en otro post, pero quiero hablar en esta segunda entrega de esta historia sobre la solidaridad, el sentimiento de pertenencia por primera vez y posiblemente la última, de pertenencia de un pueblo bueno, solidario y del que dentro de la desgracia vivida, me siento orgulloso de haber pertenecido a él. Lo dejamos en la mañana del 3 de septiembre con el olor a desastre y la visión del caos. A medida que el coche avanzaba y nos aproximabamos a la zona 0, no daba crédito al ver las propias entrañas de las casas, los gigantescos charcos (más bien lagos) la desaparición de muros, coches desperdigados y terriblemente destrozados, barro, alcantarillas reventadas, farolas en posiciónes irreales (las que aún aguantaban estoicamente en pie) señales de tráfico volcadas, asfalto enterrado por varios centímetros de tierra aún húmeda, gente vagando por las calles aún incrédula de lo que acaban de vivir. Cuando llegamos a mi calle, o lo que quedaba de ella, no presentaba mejor imágen. Javi tuvo que aparcar algo apartado de la casa ya que los muros de las otras casas, invadían la calzada. La puerta de mi finca abierta de par en par dispuesta a recibir visita si así lo deseaba cualquiér transeúnte, la del garaje doblada como acordeón, ramas, objetos, palos, barro, suciedad, la mesa del merendero quizá 20 o 30 metros desplazada y volcada junto a una varandilla que resistió a duras penas, sillas esparcidas por todas partes, un cubo flotando en la piscina y un muro divisorio con el vecino de atrás, completamente en el suelo, apenas se podía distinguir una parcela de otra. Había tanto que hacer, tanto que llorar... y aún no habíamos pasado a la planta del sótano dónde almacenabamos no solo cacharros sin uso, si no un montón de recuerdos, de herramientas de mi padre, libros en braille hoy casi imposible de encontrar, cintas de VHS, entre las que se encontraba mi querido REY LEÓN o la Comunión de mi hermano, mi máquina pérkins de escribir en braille, cintas de casette, toda una vida entre agua y barro. El pasillo que comunicaba la entrada con la casa, desapareció y en medio del mismo, una barandilla que con tanto cariño y esmero construyó mi padre, reposaba en el suelo, sucia, desquebrajada como mi corazón. Las ganas de llorar me invadieron y no se si aportó algún metro al agua ya caída pero de mis ojos brotaban ríos de lágrimas viendo tal destrozo.
Al pasar al interior aparentemente todo estaba normal, sin luz pero bueno todo aceptable. Al intentar bajar al sótano, el lodo invadía todos los escalones y hubo que bajar con máximo cuidado y cual fue mi sorpresa, que aún quedaba agua por achicar. Pude ver con terror, muebles volcados, camas aún flotando y la imágen que me llevaré del desastre, balones de fútbol perdidos flotando entre tanta destrucción. Esa mañana la recuerdo de llamadas a seguros, compañía de la luz, agua, gas, familiares y amigos para comentar el estado de guerra en el que se había convertido mi casa, mi barrio, mi pueblo. Las horas inproductivas y colapsadas pasaban sin apenas avanzar en las gestiones y en las cosas que se amontonaban. No se en que momento vino la luz, lo que si se es que mientras mis vecinos empezaban a sacar cosas y amontonarlas en las calles sin control, yo permanecía bloqueado, sin haber empezado y es que el egoísmo salía a relucir en la calle. Grupos organizados por los propios vecinos y amigos del pueblo, cuadrillas y cuadrillas de jóvenes, muchos jóvenes que venían a la guerra, armados de escobas y palas, con barro hasta las cejas con la única bala cargada con el afán de ayudar, colaborar, contribuir a levantar un pueblo, un barrio de sus cenizas, o de sus lodos. Mientras miraba por la ventana como vecinos/as reclutaban personas de manera descontrolada y el resto aún no habíamos empezado, un sentimiento de rabia e impotencia me invadio. Sólo, con mi casa destruida y sin poder hacer nada, sólo con una pala que pude rescatar, empecé a mover lodo. A última hora de la tarde, varios amigos llegaron dispuestos a ayudar y a empezar una larguísima tarea. Resumiré lo más brevemente que pueda en las siguientes líneas. Por la noche, fui consciente de que era de noche cuando dejé de ver. Con más barro que piel visible en mi rostro, creo que pude comer algo por primera vez en el día. ¿Y cómo dormí esa noche? No lo sé. Sólo sé que me dí una ducha fría por que aún no había gas y me tumbé en la cama cansado y con el alma rota. Escuchando aún las últimas escabadoras y de repente, el silencio y la oscuridad se apoderó de las calles y de los corazones avatidos. Silencio roto por el canto solitario de algún ave nocturna que contemplaba desde lo alto el lodazal y el desastre que se había organizado. A la mañana siguiente, no sé quién me despertó pero la actividad comenzaba fuera. Los grupos ya más organizados y pronto comenzó el reparto de palas, guantes, botas de agua gestionado por el Ayuntamiento que canceló cómo era lógico las fiestas. Los jóvenes cambiaron la pista de baile por la pista de lodo y escombros de su pueblo. No importaba la edad. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores salieron escoba en mano, pala en ristre y sobre sus tractores para despejar las calles de muebles y enseres que destrozados vivían sus últimos días. Recuerdo con especial cariño varios detalles de aquél trauma. Uno de ellos y cuando ya por fin pudimos abrir la puerta del garaje, con ayuda primero de una bomba casera de mi amigo Cristian y luego por los bomberos, al empezar a sacar objetos y limpiar, de pronto apenas 4 personas por que el egoísmo crecía por momentos por parte especialmente de un vecino/a de calle, se convirtieron en 8, 12, 16 y pasaban personas que no conocía, personas que no hacía falta presentar, su hombro, su pala estaban dispuestos a colaborar e intentar poner todo lo antes posible al día. Había que levantar un pueblo y ahí estaban ellos, esos vecinos que olvidaron por unos días sus creencias, sus signos políticos... De repente se paró la cadena humana que habíamos formado por que mi querida prima Sole, !encontró la pulsera de mi madre! ese pequeño gesto fue tan celebrado, ese mínusculo éxito se convirtió en un poco de esperanza. Otro de los episodios que me gustaría recordar fue cuando el equipo Cadete del CD El Álamo capitaneado por Javi, hijo de Sole y Javi, llegaron a mi casa armados con palas, rastrillos y todo lo que pudiera ser últil para pasados pocos días, limpiar el patio con la manguera y ganas de recuperar la normalidad. Chicos de apenas 14 - 15 años dando ejemplo a los mayores, dejando sus redes sociales, sus cosas de adolescentes a un lado para poner en pie otra vez, una casa.
También quiero recordar y no por ello menos importante, las primeras noches de guardia con mi vecino Jony y Jose. sentados en la calle y café para amenizar las frías madrugadas para espantar posibles amigos de lo ajeno que rondaban en aquellas noches, si también hubo amigos de lo ajeno. Recuerdo más detalles de aquellos días. Otro muy especial fue que los hosteleros del pueblo traían bocadillos, ensaladas, agua y sorprendentemente, el domingo, una paella que no sólo sirvió para saciar el hambre, si no para saciar las almas que veían como los camiones sacaban nuestros recuerdos familiares, mi máquina pérkins que jamás volví a ver, las herramientas de mi padre fallecido 4 años atrás. Haré mención a otro episodio traumático hoy 29 de Octubre, precisamente cuando estoy terminando de escribir este post, coincidiendo con otra DANA tan traumática y más cruél como la de Valencia en la que perdieron la vida 237 personas. Fue cuando ya pudimos acceder a la sala que teníamos como almacén y dónde guardábamos no solo muebles si no centenares de cintas de casete de todos los grupos habidos y por haber de flamenco y gitaneo. Desde Los Chichos, Los Chunguitos, Junco, Tijeritas, Camela hasta Bordon 4, El Cingaro o Camarón. Cintas que no se pudieron recuperar y que en un momento de la tarde se pisaban y aquél crugido me rompía el alma. De pronto algo me rozó el pie. Como llamando mi atención, como despidiéndose para siempre de mi. Me agaché y apenas pude agarrar una hoja de un libro que se deshizo en mis manos. Lo ví disolverse entre mis dedos. Aquella imagen la vio mi primo y al verme que me heché a llorar desconsoladamente, me puso su enbarrada mano en el hombro y me dijo. "Venga tío, ahora debes ser fuerte. Por tu madre y por tí. No te puede ver así. Ya sigo yo por aquí" y él se encargó de tirar esos seis puntos que formaban letras, formaban palabras y frases que nunca más serían leídas. Esos seis puntos que pasaron por las manos de mi hermano primero y les siguieron las mías, ya nunca más volverían a contar historias. Esos seis puntos que antes tenían vida cada vez que pasaban nuestros dedos, pasaron a ser los seis puntos de barro. Y luego igual que vinieron los voluntarios se fueron. Llegó la soledad, el olor penetrante a humedad. Los meses crudos del invierno sin puertas, sin muebles, sin libros de braille. Y luego la reconstrucción, los pintores, la vida a la normalidad. Como si nada hubiera pasado. Y el pasado 24 de agosto, mi último día en mi casa de El Álamo, no sólo me despedí de la casa si no que bajé al sótano del horror y vi por última vez mucho más vacío y mucho más blanco ese sótano que desalojaron al principio con respeto y luego mecánicamente "había que empezar de cero"
Y acabando estas líneas desde la nueva comodidad de mi casa de Móstoles, me reclaman por el teléfono que ignoro, escucho "La ruleta de la suerte" que ve mi madre en el televisor y me descubro los ojos húmedos. Yo nunca pensé en vivir un drama así. Y lo viví y doy gracias al cielo, destino o quién sea, de poderoslo contar en este blog. Por que ví mi vida peligrar.

lunes, 20 de octubre de 2025

DANA: UNA PESADILLA MUY REAL (I PARTE)

¿Quién me iba a decir que yo, en pleno centro de la península iba a sufrir una "gota fría" o DANA? Pues sí, tuve la desgracia de vivirla en primerisima persona y hoy en día en el que la actualidad abre la mayor parte de los informativos con los chanchullos políticos y con las desgracias de países que sinceramente ni nos va ni nos viene, olvidando las desgracias que viven nuestros compatriotas. ¿Quién recuerda a los afectados por el terremoto de Murcia? ¿Y los del volcán de la Palma? ¿Y lo más reciente, la DANA en Valencia? Vamos al tema del que hoy quiero hablaros que me lío. Ese verano que se prometía muy feliz el del 2023, teníamos planificado desde hacía meses unas estupendas vacaciones familiares en un bonito pueblo de Castellón y tras nuestra vuelta aún con días de asueto para poder prolongar el tiempo estival, pensábamos en disfrutar unos días de fiesta en el pueblo en el que vivía, El Álamo. Con dj´s, música en directo, comilonas y mucha diversión como en los últimos tiempos. Pero, cuál fue nuestra sorpresa que unos días antes nos avisaron que podía llover fuerte por la zona y que las fiestas podrían peligrar. No se le dió mucha importancia ya que "nunca pasa nada" hasta que pasa... y pasó, vaya que si pasó. Recuerdo que fué la tarde del sábado 2 de Septiembre, precisamente el día grande de El Álamo, cuando al rededor de una mesa de cocido como comida estrella de ese día en casa y con familiares invitados para comer, empezó a llover primero moderadamente para a continuación, al rededor de las dos y media, sonar al unísono en todos los móviles de la casa, una terrible alarma que ha día de hoy me persigue en mis peores pesadillas.
La comida transcurrió tranquila, recordando anécdotas del viaje reciente, planes de futuro y comentando la actualidad política del momento mientras la lluvia empezaba a tomar fuerza fuera. En ese momento nos sacó del delicioso momento un tenue maullido. Al salir a la terraza encontré empapado un gato de apenas unas horas de vida, tembloroso y aún con el cordón humbilical, de todos es sabido que a mi los gatos no me gustan lo más mínimo pero en aquél momento, me decidí a salvarle la vida ya que intentaba subir la escalera sin éxito y caia de espaldas y le costaba ponerse de pie. La lluvia no paraba y decidí ponerme el chubasquero y bajar las escaleras para darle calor con una sábana que mi madre me dió. Le fuí a dejar en una esquina de la terraza dónde no llegaba el agua pero nuevamente ese sentimiento de lástima me invadió y decidí llamar al vecino ya que ellos tenían gatos y precisamente su gata acababa de estár preñada. Se lo dí envuelto para evitar el contacto humano ya que luego la madre lo podía despreciar. No sé la suerte que correría el gato después ya que todo se precipitó de manera inesperada. Deseo que se salvara, que fuera un superviviente de la catástrofe que se nos iba a avecinar en apenas unas horas. Quiero creer que sí por que varios meses después, un gato también cachorro del mismo color, mismo pelaje, se me curzó en la calle y no salió huyendo como suelen hacer. Se acercó a mí que permanecía inmóbil y se restregó en mi pantalón y siguió su camino. Yo me quedé petrificado pensando: ¿y si fue el gato que salvé aquél día? La tarde avanzaba y la lluvia no reciaba. Decidí seguir las indicaciones (pocas cierto es) del Ayuntamiento y vacié unos centímetros la piscina para que no desvordase. Inútilmente como se pudo comprobar poco después. Las últimas horas de la tarde las pasamos viendo alguna película, o leyendo tal vez de eso no tengo un recuerdo claro; pero lo que si sé es que en torno a las nueve de la noche empecé a escuchar agua que pasaba al garaje. Baje para comprobar la magnitud del asunto ya que sinceramente no esperaba mucho. Pero si, si fue una buena magnitud. Apenas sobrepasaba los tobillos pero el agua entraba con fuerza por la puerta del garaje que comunicaba con la casa. En ese momento también bajó mi madre para ver también ella en primera persona lo que estaba sucediendo con tan mala suerte, que perdió el pie en el último escalón que ya cubría el agua y cayó perdiendo su reloj. La ayudé a levantarse y subimos a la planta superior. La tormenta continuaba descargando litros y litros hasta que ya se descontroló todo. La luz se apagó, la de las calles le siguieron y al abrir la puerta de la calle para ver si el resto del vecindario tenía luz, todo a oscuras y la piscina desapareció en mi campo de vista. Se instaló un rio. Subí escandalizado a la terraza de arriba y lo que allí pude ver, no era mejor imágen. El rio que creí ver, fue un océano. Las calles no se veían y el agua seguía cayendo y subiendo su cauce minuto a minuto. El cielo parecía desmoronarse. El ruido era ensordecedor. Creo que aún conservo aquellos audios que escuchábamos semanas después en las sesiones del psicologo. Internet dejó de funcionar y las comunicaciónes se complicaban. Cada rato entraba algún mensaje para comunicarnos con el resto de familiares y amigos que narraban su propia experiencia y las noticias que nos llegaban no eran mejores. Mi hermano desde Sevilla pasó la noche en vela a espensas de noticias que llegaban a cuenta gotas por la dificultad de las comunicaciónes que cada vez eran peores. Recuerdo y aún se me pone la piel de gallina, cuando en un momento de la noche y mientras el agua seguía salvajemente su camino arrasando con todo lo que encontraba por su camino, a mis vecinos de enfrente de 4 y 6 años pidiendo socorro y ayuda. Ahí si sentí miedo de verdad. Nos comunicabamos por las terrazas e imperó el sentido común al subirnos provisiones y medicamentos a las partes altas de las viviendas por si la cosa se complicaba aún más.
Intentamos acostarnos para descansar y mañana ver las posibles consecuencias no tan debastadoras como yo creía. Equivocado estaba en ambas cosas, en descansar y en las consecuencias. Sirenas, agua descontrolada, gritos y de repente, golpes muy fuertes en el sótano. Los muebles empezaban a flotar y furiosos golpeaban las paredes. Y al poco, el silencio. No cabía más agua en el sótano y comenzó a subir peligrosamente las escaleras asomandose a la planta baja. Al asomarnos nuevamente por la terraza, el agua saltaba furiosa por encima de los muros de mi vecino y el mio, la puerta de la finca se abrió de golpe furiosa golpenado con el muro trasero y en ese entónces, la del garaje también se abrió dejando pasar aún más agua. Aún cabía más. Pude ver con cierto asombro como la carabana que tenía mi vecino aparcada en la calle, empezaba a bagar sola por la calle o lo que quedaba de ella sin rumbo, farolas, coches, cubos de basura, todo flotando sin rumbo a merced del agua furiosa y marrón y fue como si de mantequilla en tostada se tratara, como los muros del vecino de enfrente, caían los 4 a la vez dejando sin valla la casa. El terrible ruido fue tan sorprendente que parecía que estaba viendo una película en la tele y no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Los muros en el suelo, el sonido atronador y la cosa no paraba. Tras varias llamadas a los servicios de emergencias, nos comentaban que estaban desvordados, que las inundaciones no las atendían con urgencia ya que estaban rescatando personas de las casas. Por fin, los bomberos llegaron a nuestra zona. Nos comentaban que estaban haciendo rescates con lanchas para poder acceder a las viviendas, algo terriblemente sorprendente. Primero sacaron a los vecinos de enfrente que estaban mucho más desprotegidos que nosotros y tenían una niña de corta edad. No recuerdo las palabras exactas del bombero pero vino a decir que si pasabamos la noche en casa (como en principio pensábamos hacer mi madre y yo) correría peligro nuestra vida ya que sobre las 3 de la madrugada, venía otra fuerte tormenta. Agotados, helados de frío y con ganas de que todo terminase, el fuerte brazo de aquél bombero nos guió entre el barro, caos y agua hacia una parte alta del barrio para que nos guiasen para pasar la noche en el polideportivo que el Ayuntamiento había dispuesto dejando la casa sola y abierta totalmente con nuestra vida entera ahí dentro. El marido de mi prima Sole, vino a por nosotros para pasar la noche en un hogar conocido y acogedor. Hoy algo más de 2 años después, en el que mi prima ya no está entre nosotros, recuerdo con tanto cariño ese momento, ese abrazo, ese vaso de leche calentita que me dió, como nos brindó su casa, su cariño, nos brindó todo lo que tenía. El punto gracioso lo puso su perrito "CAPI" quién haciendo de sus gracias cuál perro simpático, no dejaba hacer la cama metiendose en medio de las sábanas y mordisqueando nuestros helados pies mientras la vida afuera, se desmoronaba. No sé si fue un policía quién lo comentó o un bombero el caso es que dijo "mañana ustedes cuando regresen a sus casas, no la van a reconocer, ni su pueblo será igual" Apenas pudimos dormir media hora escuchando llover, sirenas y el caos que se estaba formando en la parte baja del pueblo. El caso es que aquél primer café de la mañana me sentó fenomenal sin saber que sería lo único que comería hasta la noche. mientras bajabamos con el coche del marido de mi prima, vimos el caos, la destrucción, muros caídos, coches en posiciones imposibles, cubos volcados, barro, suciedad, dónde había farolas, un agujero lleno de barro un barro que días después pasaría a ser una masa pestilente, ese olor...

sábado, 11 de octubre de 2025

MI CÁMARA Y YO

Aquí estamos en este octubre mayeado, luminoso y casi perfecto, mes de octubre del que no guardo buen recuerdo desde hace 6 añós, pero aquí estamos caminando entre sus primeras hojas caídas en manga corta y casi con el aire acondicionado puesto. Volveré a destacar el color, por que de eso va el post de hoy. Del color que mis pobres ojos captan (o no captan) pero que desde hace algún tiempo, una amiga me ayuda ver con más nitidez, con más claridad y me permite ver el fútbol, los paisajes, la vida de otra manera. Me encontraba yo en mi antiguo puesto de trabajo, cuando entre mis funciones se encontraban acudir a las entidades bancarias a llevar cheques, documentos y otros asuntos propios de la contabilidad de la empresa, cuando determinado director me llamó a su despacho a entregarme una caja blanca, mediana y con un lazo rojo decorativo "regalo para la empresa" me dijo. éramos clientes de ese banco desde la fundación del grupo. la cogí para llevarla hasta la oficina y nada más llegar, las miradas de interés se dirigieron a mi. Yo, como bien mandado que soy, llevé la caja al director de la oficina para entregarle el presente. Tras despedirse de mí, bajé a mi sitio para continuar con mis labores habituales. En eso estaba, cuando sonó mi teléfono. Lo cogí extrañado ya que yo no era de recibir llamadas. Era Ernesto requiriendo mi presencia en su despacho. Subí contrariado pensando en que podía haber fallado pero cuál fue mi sorpresa que en el despacho y sobre la mesa, yacía la caja intacta. ¿Quién va a los bancos? me preguntó. Yo, le contesté sin más. Llueva, haga calor o frío siempre vas tu. Por lo tanto y de ahora en adelante, todos los obsequios que te den en los bancos incluido este, te pertenecen. Yo al principio lo decliné por cortesía pero un nerviosismo me empezó a recorrer el cuerpo. No sabía que me podía encontrar al abrir la caja. Una mystery box de esas que hoy en día llaman. Al bajar a mi planta, todos preguntaban que que ocurría y pude ver que algunos/as miraban con cierta envidia. Decidí abrirla. Emocionado cual 25 de enero, si, 25 de enero (mi cumpleaños) empecé a abrir la caja misteriosa y cuál fue mi sorpresa que apareció una fantástica cámara fotográfica de última generación. Una canon 77D con las mejores prestaciones. No sé muy bien que es lo que esperaba encontrar y esto al principio no le dí demasiada importancia. Eso sí, contento estaba para que engañarnos. Ya en el tren de vuelta empecé a mirar por internet información de la cámara, sus caracteristicas, funcionalidades y su valor. Luego después de mostrarla en casa, me empezaron a surgir varias preguntas: ¿Yo con mi discapacidad sería capaz de poder usarla? ¿Qué uso le daría yo si apenas viajo ni salgo de fin de semana? No soy profesional de la materia, ¿sería difícil de usar? ¿Y si me la cargo el primer día? Por eso la guardé en el armario de mi habitación hasta que una tarde, hablando con el padre de un jugador le comenté el obsequio y no sé por que me vino a la cabeza la propuesta de vendérsela. En el siguiente entrenamiento, la bajé para que la viese y pusiera precio pero en ese entónces, comencé a trastear con ella, primero aprendí a ponerle la batería, luego a encenderla, después vino el objetivo y cuando me quise dar cuenta, ya estaba haciendo fotos a los entrenamientos de la cantera del Móstoles CF. Cuando llegó este hombre, ya fue demasiado tarde, ya quedé enamorado de su color, nitidez, de su zoom y de lo sorprendentemente fácil que era utilizarla. Y desde ese momento, lo supe. Mi cámara y yo estaríamos juntos en cada partido del Móstoles, en cada viaje de equipo, en cada aventura, en cada momento que hubiera que capturar para que formase parte de la historia.
El primer viaje que cubrí, me acuerdo perfectamente. Fue con la escuela del club a Gandía. Apenas sin práctica y sin haber realizado algún curso de fotografía previo, en cada partido, cada jugada, cada regate, cada parada o cada gol, era captado con cierta modestia. Pero una vez su visionado, los resultados fueron más que sorprendentes. Y como no todo iba a ser un camino de rosas, toqué un botón que ha día de hoy no sé dónde está, pero la pantalla fundió a negro con un mensaje nítido y claro en letras blancas que rezaba: "BLOQUEADO" el susto fue tremendo y ahí estaba leyendo su menú, preguntando a grandes y pequeños hasta que nuevamente la desbloqueé igual que se bloqueó, sin saber por qué. De esta forma, me fuí abriendo camino cada domingo en el Andrés Torrejón, en cada campo de la Comunidad de Madrid tanto en la cantera como del primer equipo. Descubriendo nuevas técnicas cada jornada, descubriendo nuevas formas de ver el fútbol. Una forma increible y completamente desconocida para mí pero no por ello menos atractiva, más bien todo lo contrario. Detrás de mi cámara he podido ver las mejores jugadas, lo que el ojo no vé, la magia, la esencia, momentos humanos, únicos y cercanos que no todo el mundo es capaz de capturar. "Les coges en su esencia, tal como son, tan de verdad" así me dijo una madre cuando le mandé una foto de su hijo con una sonrrisa de oreja a oreja tras marcar un gol. Luego vino Salou, Sevilla (con la boda de mi hermano), la Madrid International cup, tuvimos un paréntesis con el COVID-19, filomena, !menudas fotos de mi Duna en la nieve!, Mijas, nuevamente Gandía, después en Pedrajas (Valladolid), luego otra vez en Gandía, nuevamente Málaga y así, partido a partido, torneo a torneo, evento a evento, me llegó la gran oportunidad no sé si de mi vida, pero si como fotógrafo. !Una comunión! Este apartado es especial ya que yo mismo no me veía capaz de hacer ese trabajo. ¿Como un casi ciego, un chico con discapacidad visual del 79% iba ha hacer algo tan especial como una comunión?. Pues si fui capaz y muy capaz. Sólo tengo palabras de gratitud hacia Cano y su familia. Esa oportunidad, y el verme capaz de hacerlo, fue un chute de energía y positivismo para mí. Guardo un recuerdo muy especial y bonito de aquél día en Navalcarnero cuando realizamos el reportaje fotográfico. Fue tan fácil, fue tan entrañable que yo hubiera seguido 7 horas más. Gracias de corazón por la oportunidad. Han sido muchos momentos y espero que así sigan siendo los vividos con la cámara colgada en mi cuello. Fue tal la revolución hace unas temporadas, que hasta me tuve que crear una cuenta de instagram para mostrar al mundo mi trabajo, como una persona con una discapacidad visual es plenamente capaz de hacer unas fotos que modestia aparte, son impresionantes. En @fotosquiroma podéis ver todo mi trabajo y también el de ellos, los jugadores de fútbol que día a día se esfuerzan sobre el verde y yo desde el otro lado, empujo, animo y apoyo y espero paciente al momento perfecto para disparar y que tú, amigo lector lo veas. Es una sensación increíble que jamás pensé vivir. Mira que me gusta el mundo de la radio, leer, escribir, (por eso estoy en este blog otra vez) pero ponerme detrás de una cámara de fotos e ir aprendiendo cada día un poco más de este mundo tan inalcanzable para un discapacitado visual, pero estár ahí paciente esperando la jugada idónea, la instantánea perfecta, que muchas veces se me saltan las lágrimas. Siento una calma, una paz, un estrés a veces por que no decirlo, que seguiría así de por vida. Me tiene atrapado el sonido que emite la cámara cada vez que pulso el botón y es en ese entónces, cuando nace la magia.

domingo, 5 de octubre de 2025

REDESCUBRIENDO MÓSTOLES

Han pasado 18 años desde que me fui de Móstoles un poco, nunca me fuí del todo. Corría el mes de mayo de 2006 y con la maleta llena de cosas, ropa e ilusiones, partíamos hacia una nueva vida. Una vida diferente, de campo, de aire puro, de jardines y piscina. Pero una vida no adaptada para personas con discapacidad visual. No valoraré mi estancia en El Álamo (Madrid) todavía no estoy preparado. O tal vez no quiera. El caso, es que he vuelto a mi casa, ha Móstoles y es una decisión de la que me siento muy orgulloso y feliz. En agosto de este 2025 tan... asqueroso, llegaba nuevamente a un Móstoles desierto que todavía olía a playa y montaña. Un Móstoles a medio gas, sin niños en los parques, negocios cerrados y autobúses casi vacíos. Cuando volví a poner un pié en la que durante 22 años fuera mi casa, me inundó una extraña sensación de calma, de sentimiento de pertenencia, de decir: por fin y tras 18 años, "estoy en casa" Me encontré una casa herida, sucia, mal cuidada, mal oliente. Se que las paredes no hablan, las puertas menos y las ventanas sólo dejan pasar la luz de un verano que agonizaba pero sentí que me culpaban de aquél abandono, de aquél maltrato involuntario hecho por unos malnacidos que maltrataron mi hogar. Los primeros días fueron de un caos absoluto y un cansancio mayúsculo. Poner todo en orden, reparar los múltiples desperfectos que "esta gentuza" dejó, limpiar, volver a pintar y ponerla guapa, como se merecía, volviendo a lucir sus mejores galas y hoy casi dos meses después de mi vuelta, luce como nunca, guapa, limpia, moderna y sobretodo, curada de unas heridas que tardarán en cicatrizar. Estos primeros días, me han servido para volver a pasear por las viejas calles de mi barrio, un barrio envejecido y que dista mucho de lo que un día fue. Edificios viejos, parques en los que yo jugué de niño y que hoy hay columpios más modernos, quizás mejor cuidados pero por lo que veo, también poco usados. Algún comercio aún aguanta valientemente el paso del tiempo con sus tenderos 18 años más mayores, más viejos y quizás más cansados. La librería de enfrente de mi casa, sigue sobreviviendo con el hijo de la dueña, el bueno de Matías, guarda aún en su tiendecita, el olor de libros, lapiceros, cuadernos y agendas escolares. El viejo bar de la esquina, remodelado, rejuvenecido por el hijo del dueño, de aquél "Bar libra" sólo queda el recuerdo. Hoy Alberto, le ha dado un toque más moderno, pero menos familiar. La vieja autoescuela que nunca pisé ni pisaré, quizá sólo le quede el nombre. El colegio Alonso Cano, sin duda vivió tiempos mejores. Y del centro de salud que me volvió a recibir cuando asustados como estábamos, nos recibió para la vacuna del COVID-19. Y la farmacia de al lado de la panadería Velázquez, aún con las mismas farmacéuticas que aún siguen sirviendo medicinas y consejos; esos consejos que nadie pide pero que recibes con gusto. Y por poco me cuesta unas lágrimas al ir a la panadería Velázquez. Una de las mejores de Móstoles en su tiempo pero que hoy en día se han convertido en un simple cocedero de pan, bollería industrial y poca calidad humana. Pero vamos con lo que he encontrado estos últimos días, coincidiendo con la visita de mi hermano, lo que he encontrado y redescubierto, me ha encantado. "El parque de los planetas" un largo parque lineal que ha sufrido algún cambio pero sigue teniendo su encanto, sus largos senderos, sus bancos dónde hoy la chabalería sigue comiendo pipas como en años pasados. Unas sombras frondosas dan cobijo del calor que aún y pese ha estár en Octubre, hace como si de un veranillo de San Miguél alargado se tratase. Los primeros colores del otoño naciente, dan un espectáculo visual que contrasta con el feo pero nostálgico corte de la vía del tren. Unos modernos edificios florecen a ambos lados del parque como queriendo taparlo pero su corazón aún late vivo entre banco y banco. Entre las gentes que pasean a sus perros, las personas mayores con sus andadores queriendo disfrutar de ese respiro en medio de una creciente ciudad que aún conserva el sello de pueblo. ¿Que decir del parque Prado Ovejero? dónde un nevado día de invierno se bañó en su fuente principal un perro-guía llamado Macro, conocido en todo el barrio por su carisma, elegancia y simpatía. Ese parque, bien conservado, también se ha convertido en un remanso de paz y paseo para los vecinos. Sus colores también otoñales, invitan a sacar el móvil o la cámara de fotos y retratar e inmortalizar sus bellas postales que cada otoño brinda. El simpático kiosco que nos encontramos en su interior, dónde hicimos una parada para tomar un pequeño respiro (y yo un vino blanco) no será la última vez que lo visite. Rodeado de frondosos árboles, brisa agradable y caminos ámplios y luminosos bien conservados. Pero quiero hacer un especial análisis al Parque del Soto sin olvidar hablar del Parque Navarra que como si el tiempo se hubiese detenido, pudimos pasar ayer sábado en la tarde, recordando alguna anécdota graciosa y nostálgica. Pues El Soto, mi segundo barrio, un barrio que me ha traido muchas alegrías,
sobre todo deportivas, y que este si he visitado casi a diario por mi vinculación aún pasando los años, con el Móstoles CF. Este típico barrio de Móstoles, cuenta con el mejor parque de la ciudad. Un parque que sufrió una mala gestión y parecía morir entre basura y el abandono pero hoy en día, goza de un buen estado. Cuando atravesamos el arco recien reformado por cierto, sentí que nuevamente me invadía la nostalgia y mis pobres ojos, querían captar recuerdos de niñez con mi padre y hermano, dando de comer a los patos el pan que cada domingo llevabamos en bolsas recolectadas durante la semana y que agradecían con sus mejores saltos y graznidos. Las carpas que allí habitaban, también querían su parte y asomaban la cabeza para capturar alguna miga. Las tardes de primavera eran partidos interminables y cuando el sol se escondía al otro lado del globo para dar luz y vida a la otra mitad de la tierra, los partidos terminaban entre quejas y alguna rabieta por que aún no se había alcanzado el empate a 24. Algún bocadillo de tortilla o filete empanado también aocmpañaba nuestras jornadas en ese parque que con el paso de los años nos veía crecer y nos recibía a un grupo de chabalería que emocionados, ibamos de excursión con el colegio a plantar árboles. Esos árboles tal vez hayan sido talados, tal vez filomena los destruyó, o tal vez den sombra y sin nosotros saberlo. Largas jornadas junto al estanque que hoy y tras muchos años, sigue siendo el hogar de mucha fauna propia y exportada. Con el paso de los años, también pudimos disfrutar de maravillosas romerías que la Casa Regional de Andalucía, celebraba cada año. Y entre esas romerías mis primeros rebujitos o calimochos sin grandes excesos. Viendo a propios y extraños bailar al son de las sevillanas y por mi timidez, nunca salí a la pista improbisada de polvo y arena. Este parque que tantos momentos me dió, ayer pude disfrutar con sus mejores colores, un clima espectacular, una compañía (que decir de mi hermano) con las familias llevando pan a los patos como antaño, gente haciendo deporte, leyendo o simplemente descansando de la ruidosa ciudad que unos metros más allá reclamaba nuestra atención. El arroyo que atraviesa el Parque Natural del Soto, el Arroyo del Abodonal, llevaba sus claras aguas al Jarama. Un bosque en pleno Móstoles, que sirve de pulmón para la ciudad. Y hoy pudimos poner el broche de oro al nuevo redescubrimiento de Móstoles en el famoso "Mesón Los Picos" abierto desde 1975. Un fantástico lugar para comer en familia para ocasiones especiales. Con sus famosos cochinillos al horno tradicional, exquisitos arroces y un sin fin de la mejor gastronomía española, con un trato de 10, una comida de primerisima calidad y lugar que como reza en su página web, un lugar en el que si has venido, volverás. Comó Móstoles, si alguna vez has venido, volverás. Sus calles te atraparán y aonque hay muchas zonas en decadencia, otras, tiene algo que para el que ha nacido, crecido y criado aquí, tiene algo especial.

jueves, 2 de octubre de 2025

¿Y SI VOLVEMOS?

!7 años que se dice pronto! 7 sin escribir por aquí. ¿Que qué me ha hecho asomar los dedos nuevamente por aquí? varias cosas. La primera, el que haya regresado a mi ciudad natal, Móstoles. La nostalgia del regreso al hogar, a mi misma casa, dónde naci, crecí y me crié. Otro factor que me ha influido para ponerme delante, o no delante de este abandonado blog, es que creo que es momento de recuperar alguna vieja y buena costumbre, costumbre de entrar por aquí para contaros mis vivencias, mis preocupaciones, recomendaciones literarias o tal vez compartiros noticias que encuentre que me resulten de interés, datos curiosos, anécdotas, quizá y como me dijo una vieja amiga hace pocos días, quizá sieva de terapia. un respiro delante del ordenador, dejando llevar por los sentimientos. Y si, otro motivo de la posibe vuelta, es que esa vieja amiga, se ha creado un blog y oye, que me ha dado cierta envidia. Otro motivo podría ser, que ya que estreno nuevo ordenador. con una pantalla gigante para que yo pueda ver bien lo que os cuento, sin tener que acercarme y lastimarme la espalda como en los viejos tiempos. Sin embargo, me surgen varias preguntas. ¿En plena vorágine de redes sociales, radios, tv, excesiva informacion, un blog es oportuno para este tiempo? ¿A alguien le podría interesar lo que os pueda contar? Quizás ha sido un impulso y no vuelva a pasar por aquí en otros 7 años o quizás retome con cierta periodicidad, quién sabe. Lo que queda claro es que Móstoles, me ha inspirado y devuelto las ganas de otras cosas que yo creía olvidadas. ¿Y si volveremos?

sábado, 4 de agosto de 2018

DÍA DE LOS ABUELOS

Santa Ana y San joaquín. Día de los abuelos.

El 26 de Julio se celebra el día de esos seres mágicos que se van demasiado pronto.

Esos seres que te reciben con felicidad y lagrimas en los ojos el día de tu nacimiento.

Esos seres que han luchado, que han sufrido...
Esos seres que la vida les regala un nieto.
Esos seres que hoy descansan en una estrella o están en vida.
Esos seres que hoy recordamos con cariño y soñamos que aún vamos cogidos de su mano.
Felicidades a todos los abuelos y abuelas en su día y felicidades a los abuelos y abuelas que hoy desde el cielo contemplan a sus nietos caminar por la vida que ellos un día guiaron en nuestros primeros pasos.
Besos al cielo de los abuelos.

martes, 6 de febrero de 2018

HOMENAJE A UN PROFESOR DE EGB

A los profesores de la EGB (que día a día se van jubilando)...

"Se van.
Recogen sus cosas de la clase en una cartera, apagan la luz y se van.
Llegaron en los setenta. Con sus gafas de pasta, su barba, sus pantalones de pana, sus faldas demasiado largas o demasiado cortas.
Llegaron a centenares, llenando colegios hechos a toda prisa a los que pusieron nombre de poetas o de viejos pedagogos proscritos.
Llegaron con una inmensa sed de aprender a enseñar.
Pintaron los muros grises de las escuelas con dibujos infantiles.
Querían cambiar el mundo con papel continuo, unos pinceles y unos botes de témpera.
Aprendieron en las escuela de verano a bailar, a tocar el pandero, a hacer pasta de papel o a conocer el nombre de los árboles y de los pájaros.
Se contagiaban unos a otros su ignorancia y la urgencia de cambiar una España aún demasiado sucia, demasiado triste.
Se quitaron el don para tutearse con la gente. Ahora los maestros eran solo Jesús, Joaquín, Paloma, Javier, Nieves, Isidoro o Fernando.
Llenaron las bibliotecas de libros y de algún lector. La literatura infantil y juvenil se puso de moda y empezó a ser algo más que Julio Verne o  Salgari.
Aquellos profes volvieron a sacar a los chicos al campo, a ver las montañas, los ríos, más allá de los Atlas.
También a las calles de los barrios rescatando los carnavales, con ropas viejas y cabezudos de cartón.
Con sus propios errores y con los ajenos fueron perdiendo  por el camino sus utopías. No todas. Quizá la mayoría.
Soportaron el capricho y la estupidez de los políticos y legisladores. Protestaron, a veces no lo suficiente. No les escucharon nunca.
De progres e ilustrados pasaron a ser analfabetos digitales. Pero todo se aprende si se quiere. Mal, pero se aprende.
Y -como dice la canción- el tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos. Menos para los alumnos. Ellos los siguen viendo como siempre, aunque tenga la misma edad que sus abuelos.
Cada año en el colegio se jubila uno o dos y deja la escuela en esos días azules, con ese sol de la infancia.
Sus primeros alumnos tienen ya cuarenta años o casi. Son los famosos millennials. Algunos son parados o médicos, enfermeros, abogadas, taxistas incluso algún profesor. Son el resultado de años de trabajo sin ver nunca el fin ni el principio.
No todo fue inútil. Los hay generosos, con talento y un punto de rebeldía. Viven en España y algunos -demasiados- también en el extranjero.
Puede que paseen más por internet que por la calle. Tal vez alguno dejó colgado los estudios y el futuro y se mire las manos vacías. Eso, amigo, no se aprende en la escuela, por desgracia.
Pero sobrevivieron a la EGB, al viaje de fin de curso a Mallorca, a los amores y desamores, a la desilusión y ahora a la crisis económica.
La mayoría rechazan la idea de que nada cambiará. Lo aprendieron coloreando con plastidecor y rotuladores Carioca, oyendo las viejas canciones que hablaban de que los piratas pueden ser honrados y los príncipes, malos.Que a los lobitos buenos les maltraban los corderos, y por eso, ellos no quieren ser ni corderos ni borregos.
Se van los profes de la EGB con el pelo gris o sin pelo. Pero se van contentos. Hicieron lo que pudieron. Más o menos. Así que se sienten pagados cuando les reconoce por la calle la sonrisa tímida de una exalumna o  reciben el abrazo de un muchachote con entradas que quizá se llame Sergio ¿o era Iván?
Entonces , nuestro corazón se alegra. Luego  recogemos nuestras cosas y decimos, diremos adiós".
Un profesor de EGB.