domingo, 18 de septiembre de 2011

EL CHOCOLATE


Os apetece una taza de chocolate ahora mismo?
Un bollo de chocolate?
Chocolate sin azúcar?
O un poco de pan con chocolate?
Te dejo unos instantes para que degustes el delicioso placer de tener algo de chocolate en tus manos.
Hoy vamos a descubrir haciéndosenos la boca agua, la historia de este rico manjar que no puede faltar en nuestra alimentación y aonque engorde, también es necesario.

Como la palabra, de origen azteca, muestra, el chocolate es de origen americano. Las noticias más antiguas acerca de su consumo y preparación aluden a la mezcla de semillas de ceiba y cacao, ambos árboles americanos de gran altura.

El término castellano, chocolate, se formó a partir de las voces amerindias poco-kakawa-atl, que traducidas significan "bebida de cacao y ceiba". Los españoles lo pronunciaron como pudieron, y dejaron el término en chokauatle. En 1580 la palabra aparece ya escrita de la forma aproximadamente actual: chocollatr y en 1590 se dice como hoy, chocolate. Del castellano, la voz "chocolate" pasó primero al italiano, ya en 1606; en la lengua francesa se documenta más tarde, hacia 1643.

En cuanto a la etimología azteca de la palabra se ha aventurado una serie de explicaciones diversas, teniendo todas ellas en común el término atl con el que todos los pueblos aborígenes de México se referían al agua.

La preparación de esta bebida tuvo de ese producto antiguo varias recetas. Está comprobado que el primer chocolate se hacía con ingredientes distintos. La primera descripción es del médico español Francisco Hernández, que dice "utilizarse igual cantidad de semilla de ceiba que llaman pócotl y de cacao, a la cual añádese una cantidad de maíz". Los pueblos amerindios eran muy amigos de brebajes y pociones que desde el punto de vista del gusto occidental pueden parecer chocantes e incluso repulsivos. Se bebía, por ejemplo, un preparado "de cacao con flores secas molidas, que llaman xochayo-cacaua-atl", y una bebida de cacao con ají, llamada en tiempos coloniales chil-cacau-atl. Ninguna de aquellas bebidas fueron del gusto de los españoles. Los indios tomaban el chocolate sin azúcar ni miel, aunque a menudo echaban especias aromáticas sobre el espeso líquido. Solían mezclar, el chocolate, con harina de maíz, e incluían en la receta una mezcla de pimienta americana. Es natural,

pues, que a su llegada al territorio los españoles se negaran a tomárselo, cosa que sí estaban dispuestos a hacer si se le ponía azúcar. En 1520 se envió a España cierta cantidad de chocolate, y se mejoró la forma de prepararlo. Surgieron procedimientos que hacían del viejo brebaje incluso una bebida atractiva que llegaría a ser muy valorada.

En 1606, los italianos, con Antonio Carletti a la cabeza, empezaron a beberlo, y poco después era conocido en Francia, donde a finales del siglo XVII se había generalizado su consumo merced a la afición desmedida que por él sintió el caprichoso Luis XIV. En España se fabricaba, a cierta escala, en el siglo XVIII, aunque ya en tiempos de Cervantes, los frailes lo encomiaron mucho, tanto que en algunas comunidades de religiosos no se entendía una forma mejor de agasajar al visitante que ofreciéndole un buen tazón del humeante exótico producto.

A Inglaterra llegó a mediados del siglo XVII, y se sabe que en 1657 existían allí fábricas de este producto. El escritor holandés, C. Boentekoe lo puso de moda en Alemania.

Hasta finales del siglo XVIII el chocolate se hacía a mano. La máquina fue introducida, en su proceso de elaboración, por el francés Doret. Por aquella fecha se extendió la especie de que el chocolate era perjudicial para la salvación de las almas. La creencia se inició en América Central. Se aducía que el chocolate era una tentación del diablo para predisponer mejor las almas a las tentaciones. Se recomendó abstenerse de su consumo..., para no pecar..., a menos que se tuviera más de sesenta años, edad considerada a la razón como nada peligrosa para ciertas tentaciones de la carne. Y resulta curioso que fuera en los conventos españoles donde más predicamento y favor tuvo el producto.

La posibilidad de fabricar mecánicamente el chocolate revolucionó su industria hacia 1819. Mediante aquel artilugio se aceleraba hasta siete veces su producción, con lo que bajaron considerablemente los precios del producto, y se generalizó su consumo, llegando ahora a capas populares que antes no habían podido acceder a él. Hacia 1820 se fabricó también la primera tableta de chocolate por el suizo Luis Cailler. Y el chocolate fundido nacería, también en Suiza, hacia 1879 de la mano de R. Lindt. La fundición del chocolate remediaba un inconveniente grande: el de su dureza, tanto que hasta entonces había supuesto esta circunstancia negativa una gran dificultad, ya que a menudo lo hacía inmasticable. Se le quitó también el regusto amargo que dejaba el producto natural tradicional, y a partir de 1880 no cesó de conocer mejoras, innovaciones y ventajas que lo han convertido en una de las reinas de nuestras golosinas actuales.

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